sábado, 16 de diciembre de 2017

La cultura descalza


- La Historia Jamás Contada -

Como apunté en el primer artículo de la serie,  DESCALZOS EN LA CIUDAD, hasta los años 60 andar descalzo era meramente un asunto de tradición, algo que se traía o no, de acuerdo al medio social o cultural –en sentido antropológico- de origen, sin que esto planteara un dilema a quienes  así lo hacían o no.

El conflicto surgía al ascender en la escala social, cuando cubrirse los pies se convertía en un asunto de ETIQUETA,  urbanidad y “buenas maneras” (¿?) o status económico. (Hace poco, al bajar de un autobús en  pleno aguacero y guarecerme bajo la escalera de un puente peatonal, ya había ahí tres  mujeres, la  mayor frisando los 50 años que, al verme descalzo, se alejó cuanto pudo: una reacción a la vez extraña y divertida –funny, en inglés- considerando que por su edad y procedencia rural, ella debió estarlo hasta la adolescencia, cuando menos.)

Con los ’80 llegó un periodo de latencia en que la descalcez como práctica social se extinguió virtualmente, reapareciendo gradualmente hasta ahora ya como cultura, esto es, algo que se cultiva, generando un saberlore, como en “folk-lore”: saber popular- y también el conjunto de personas que lo hacen, contribuyendo a la diversidad cultural característica de las sociedades urbanas contemporáneas.

Esto es entonces la Cultura Descalza, cuya expresión primigenia, en gran medida casual, en cuanto Saber, es el sinnúmero de declaraciones orales que, a partir de  sus motivaciones y experiencia, ofrecen los descalzos a  quienes, amigable u hostilmente, preguntan por su ausencia de calzado, sea vis-à-vis o a través de los medios,  donde aparecen en notas, reportajes y hasta  entrevistas concertadas.

Como una forma ya más elaborada, abundan en Internet los blogs y diarios o bitácoras, algunas muy extensas, de viajes o andanzas –descalzas, por supuesto-, con la "selfeet" - (self  + feet), versión pedestre de la “selfie” que consiste en fotografiar o videograbar los propios pies- como testimonio (auto-bio)gráfico indiscutible de la adopción del barefooting o descalcismo por convicción.

También existen, desde luego, documentos más formales, tanto fuera como dentro de la Red: artículos, ensayos e incluso resultados de investigaciones sobre el andar descalzo, cuidado de los pies, cuestiones legales -¡sí!- y hasta discusiones filosóficas y metafísicas -como el earthing, por ejemplo-, todos ellos ampliamente compartidos entre la comunidad descalza internacional. (Junto a la documentación propiamente etnográfica de esta práctica, la cultura tampoco descuida el aspecto estético-erótico de los pies desnudos, manifiesto en imágenes y comentarios decididamente... sugestivos, a despecho de los puritanos que nunca faltan.)

Y finalmente, para promover la práctica dura –hard practice- misma, se han organizado clubs y asociaciones en las cuales los barefooters veteranos comparten con los recién llegados lo que han aprendido, disfrutado –y, a veces, también sufrido- con esta estimulante opción o estilo de vida, a través de reuniones, paseos urbanos, caminatas campestres, carreras… y tal vez hasta parkour, para los más osados.

En suma, toda una CULTURA en permanente evolución.

 (Publicado originalmente en Sabersinfin el 9 de julio de 2016)

Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: tomorrowpartners.com