- Lecturas para cerebros raros -
Bougeraud para la pintura, Hildegarda von Bingen para la teología y las artes, Descartes para la filosofía, Newton para la física, Gauss para las matemáticas, Bach y Mozart para la música, Cervantes y Shakespeare para la literatura, Napoleón para la estrategia y Jean François Champollion para las lenguas. Mentes asombrosas que han contribuido a enriquecer el sentido humano de la realidad.
Entre las mentes que abren ventanas al mundo, Champollion fue una de las más destacadas y menos conocidas. Con la fuerza de su mente privilegiada logró traducir los jeroglíficos de la escritura egipcia en una época donde brillaban las mejores mentes de occidente y Francia oscilaba entre los sueños imperiales napoleónicos y la Restauración monárquica . Champollion ha sido considerado con justicia, el padre de la egiptología, ciencia que develó, sobre la inmensidad del desierto, la sorprendente civilización egipcia, sus rituales mortuorios, religión, lenguaje, símbolos y conocimiento cosmogónico, más la determinante y crucial influencia para todas las culturas mediterráneas.
Jean François Champollion, nació casi milagrosamente el 23 de diciembre de 1790, en Figéac, Francia, justo cuando los aires renovadores de la revolución francesa derribaban el antiguo régimen. Casi a manera de leyenda se cuenta que su madre, enferma y casi inválida, no tenía esperanzas de dar a luz. Sin embargo, el curandero Jacqou con infusiones de hierbas y vino caliente logró restablecer a la angustiada madre. Al nacer el pequeño y ser reconocido, con asombro notaron los característicos ojos de córnea amarilla típica de los orientales. Al crecer el color de su piel aceitunada le valió el mote de “el egipcio” y en efecto, su vida estuvo dedicada a resolver los agudos problemas de encontrar las raíces de la lengua y escritura que se habló en el Antiguo Egipto. Muy joven Jean François adoptó el nombre de Champollion el joven, para distinguirse de su brillante hermano, Jacob Joseph Champollion el mayor, conocido simplemente como Figéac.
Apenas contaba 16 años, cuando Champollion escribió un artículo brillante en el cual sostenía que el copto, lengua usada por los primeros cristianos egipcios, descendía directamente de la antigua lengua hablada en los dominios del faraón. Para ese momento y después de un paso menos que mediocre en el Liceo de Grenoble, Champollion dominaba el árabe, copto, etíope, hebreo, sirio y caldeo. Para las mentes brillantes el sistema escolar suele retrazar el avance, generalmente individual y hace inquietante lo dicho por Bertrand Russell: “todo iba bien con mi educación hasta que ingresé a la escuela...” Champollion aprendió a leer sin ayuda de ningún preceptor a los cinco años de edad, rasgo característico de las mentes privilegiadas..
Sus excepcionales dotes le abrieron las puertas en Paris, para ingresar a la Escuela Especial y al College de France, donde redobló sus estudios y aprendió persa, sánscrito y por divertirse chino. Debido a la pobreza en la que vivía y la mala luz con la que solía estudiar, le produjeron estrabismo en un ojo. En 1809, con apenas 19 años de edad, fue nombrado profesor de historia en Grenoble y elegido miembro de la Academia. Se trasladó a Paris nuevamente para estudiar manuscritos coptos y escribir una enorme Gramática Copta y un diccionario ya que sospechaba que esta lengua era la clave para desentrañar la escritura jeroglífica egipcia.
Poco después publicó la magna obra “Egipto bajo los faraones”, una magistral descripción del país norteafricano, sin haber estado en él. Esta obra fue el cimiento de su fama universal. En 1808 se despierta el genio de Champollion debido a las noticias del descubrimiento de la famosa Piedra Rosetta encontrada por unos soldados durante las expediciones napoleónicas en Egipto. La fama de la Piedra corrió rápidamente por Europa y muchos creyeron encontrar la clave para el desciframiento de la escritura egipcia. Uno de los exaltados “traductores” fue un tal Alexandre Lenoir quien anunció pomposamente que tenía la clave de los jeroglíficos. Se cuenta que Champollion, consternado por la noticia compró un ejemplar de la “Nouvelle explication”, el opúsculo de Lenoir y de inmediato prorrumpió en incontrolables carcajadas. Lenoir ni siquiera estaba equivocado. Su trabajo era simplemente basura. Champollion aun estaba lejos de la meta. Con todo y su genio necesitaría 12 años para culminar la obra de su vida.
Durante siglos, muchos estudiosos habían adoptado, equivocadamente. Una vieja obra del siglo IV atribuida a Horopolo. Era una descripción detallada de muchas esculturas egipcias y muchos pensaban que podía aplicarse a los jeroglíficos. En tiempos de Champollion el error persistía.
Al estudiar la Piedra Rosetta identificó grupos de signos reunidos. Con la suposición de que los signos principales correspondían a nombres de reyes, encontró una correspondencia y era justa con los nombres de Ptolomeo y Cleopatra. Sólo un genio como Champollion pudo encontrar las correspondencias entre el texto griego y los jeroglíficos, ya que debían leerse de izquierda a derecha o viceversa o bien de arriba debajo de acuerdo a la época en que fueron elaborados.
En 1815 Champollion es acusado de bonapartismo. Napoleón en efecto había caído en desgracia, la Restauración perseguía con inusitado rencor a todo aquel simpatizante del “Emperador”. Con su hermano se retira a Figéac, destituido de su cátedra y en la más oscura miseria. En 1822, finalmente, lee ante los miembros de la Academia, su célebre Lettre a M. Dacier en la que establece la clave para descifrar el sistema jeroglífico. La fama de Champollion sin embargo, logra que el mismo rey francés, lo nombrara curador de la colección egipcia del Louvre y lo envía a Turín para estudiar algunas obras egipcias traídas desde los lejanos tiempos de la expansión de Roma. Allí se une su fiel discípulo Ippolito Rosellini. Con el apoyo del rey, el joven francés organiza una expedición a Egipto. La expedición estaba dotada de una fragata, 7 expedicionarios dibujantes y un arquitecto. Champollion llega a Egipto, el país que amaba profundamente, y en el templo de Dendera encontró la brillante demostración de sus investigaciones. Durante dos años, hasta 1830 recorrerá Egipto con el propósito de catalogar, dibujar y descifrar todo lo que estaba disponible.
En 1830, Champollion, es nombrado miembro de la Academia de las Inscripciones de Paris, ante la que presenta un Opúsculo sobre diversos signos egipcios y anota las épocas de los faraones. En 1831 se crea para él la cátedra de Historia y Arqueología Egipcia en el College de France.
La salud de Champollion juega malas pasadas. Afectado desde joven por la pobreza, apenas a los 41 años de edad, el quebranto es definitivo. Largas y extenuantes jornadas de trabajo, mala alimentación y persecuciones minan su corta vida. Retirado en Quercy, el 4 de marzo de 1832 se apaga su brillante vida. Le sobrevivían su esposa Rosine Blanc y su pequeña hija Zoraida.
Nos despedimos con Goethe: “Grau, teurer Freund ist alle theorie, und grûn des lebens goldner Baum” (Gris querido amigo es cada teoría y verde el árbol dorado de la vida).
Alejandro Rivera Domínguez (kosmospuebla@yahoo.com) es director de la Estación de Satélites Kosmos Puebla.