sábado, 14 de octubre de 2017

La Historia Se Repite


La teoría geocéntrica es una antigua creencia que coloca a la Tierra en el centro del Universo y considera que todos los astros, incluido el Sol, giran alrededor de ella. Claudio Ptolomeo en su obra El Almagesto (siglo II), propuso el sistema geocéntrico como la base de la mecánica celeste con tal éxito que influyó en el pensamiento de astrónomos y matemáticos hasta el siglo XVI (¡más de 1400 años!), rechazó la idea de una rotación de la Tierra por absurda, pues imaginaba que se crearían grandes vientos. El modelo no geocéntrico del universo fue propuesto por el filósofo pitagórico Filolao (hacia 390 a.C.) y la idea de que la Tierra gira alrededor del Sol fue planteado desde el siglo III a.C. por Aristarco de Samos. Fue hasta 1543 cuando la teoría geocéntrica enfrentó su primer cuestionamiento con la publicación de De Revolutionibus Orbium Coelestium de Copérnico, que aseguraba que la Tierra y los demás planetas, contrariamente a la doctrina oficial del momento, rotaban alrededor del Sol.


Johannes Kepler, enunció sus leyes basado en una visión heliocéntrica donde los planetas se mueven en trayectorias elípticas. Sus trabajos fueron apoyados por observaciones hechas con un telescopio por Galileo Galilei. En 1687, Isaac Newton introdujo la gravitación como la fuerza que mantiene a los planetas en órbita y utilizando esta ley se pueden calcular con precisión las órbitas de todos los planetas del sistema solar, a excepción de Mercurio, la cual sólo pudo ser explicada hasta 1915 cuando Albert Einstein expuso su Teoría General de la Relatividad. En la década de 1920, Edwin Hubble demostró que el sistema solar formaba parte de la Vía Láctea, y que ésta era tan sólo una entre miles de millones de galaxias más.

Ahora bien, desde que en 1859 Charles Robert Darwin publicó su libro titulado “El origen de las especies” la polémica en torno al alcance y los límites de esa teoría ha sido objeto de muchos debates. Darwin expone que los humanos no ocupan un lugar especial en la naturaleza y que las facultades espirituales procedían de la materia por evolución gradual. Hubo que esperar hasta 1930 (sólo 71 años) para que se elaborara una teoría de la evolución que integrara la aportación esencial de Darwin, llevando a cabo la teoría sintética de la evolución. En esta teoría sintética, también conocida como neodarwinismo, la interrelación de la mutación, la recombinación genética del ADN, la migración y la selección natural eran los factores que daban pie a los cambios evolutivos en los seres vivos.

150 años después de su propuesta, la teoría de Darwin se ha convertido en el gran pilar de las ciencias de la vida. Actualmente en biología no hay nada que tenga sentido si no es a la luz de la evolución, al igual ocurre con las ciencias biomédicas. Hoy en día la evolución, como hecho, es aceptada por la inmensa mayoría de los científicos. Lo que se cuestiona es si la selección natural darwiniana tiene tanta incidencia en el hecho evolutivo como suponía el naturalista inglés. Se aduce que la bioquímica presenta retos insalvables al darwinismo y abogan por la existencia de un diseño inteligente en la naturaleza capaz de ser descrito por los métodos de la ciencia.

En la actualidad los estudios avanzados de genética y los descubrimientos en el estudio del genoma de diversos seres vivos, han ido revelando que el funcionamiento de los procesos biológicos involucra mucho más y lo que caracteriza el concepto tradicional defendido por muchos biólogos el “mecanismo fundamental de la evolución”, no es la mutación aleatoria ni la selección natural, sino la integración de virus en genomas ya existentes. Investigaciones recientes están revolucionando lo que hasta este momento sabíamos sobre la vida, se trata de la preexistencia del ADN, los hallazgos científicos están comprobando la hipótesis del Diseño Inteligente, propuesta por Stephen C. Meyer en 1992.

Esta investigación permitiría descubrir las consecuencias de la intervención de las empresas en la modificación genética del ADN y por lo mismo concluir que ha existido desde siempre intervención en el ADN, antes de que la ciencia actual fuera capaz de hacerlo. Los hallazgos recientes abren un nuevo panorama y marcan una manera totalmente distinta en la que se pudiera, en un futuro cercano, enseñar la ciencia en los libros, ahora que con sólidos planteamientos se desmontan años de teorías darwinistas.
La historia lo dirá, ¿o no cree así, estimado lector?

Jorge Rodriguez y Morgado 2Jorge Rodríguez y Morgado (jarymorgado@yahoo.com.mx) es catedrático universitario, conduce: ConoSERbien en Sabersinfin.com