sábado, 16 de diciembre de 2017

¿Conocimiento científico o dogmatismo de aficionado?



-La Historia Jamás Contada -

Hubo una época en que la Ciencia, que en sí misma no es otra cosa que un hacer especializado, se convirtió, por abstracción, esto es, despojada de sus objetos de estudio particulares, en sinónimo de lo universal y eternamente válido, mientras los directa o indirectamente involucrados en ella, automáticamente merecedores del más alto aprecio social, llegando a ser consideradas sus opiniones, aun las ajenas a su campo específico de trabajo, referencias incontrovertibles.

Curioso comportamiento para un Siglo que se ufanaba de no seguir más la “sabiduría” tradicional, como la de los Padres –y sus numerosos hijos- de la Iglesia y otros pensadores “ingenuos”, relegándola a simple metafísica, esto es, más allá del Mundo material y mensurable, el nuevo y legítimo dominio del Saber.

No me refiero al Positivismo decimonónico, el “espejo de la producción” (Baudrillard) en masa, mecanizada, sino al periodo anterior, el llamado “de las Luces”, cuando la Razón se convirtió en la herramienta (tool) –diríamos ahora- o juguete preferido entre la aristocracia culta, más uno que otro advenedizo, que nunca faltan. Fue el momento de gloria de la Ciencia experimental en el que aparentemente todo saber era posible con sólo tener la VOLUNTAD de adquirirlo.

Pero esta afición pasó de moda y todo quedó en materia libresca. (Todavía a mediados del siglo pasado, era común encontrar entre los souvenirs escolares de quienes habían asistido a la Universidad, gruesos tratados de Ciencias: Física, Química, Biología, etc., repletos de ilustraciones de instrumental y experimentos, testimonios de esa concepción voluntarista por la cual todo estudiante aplicado podía visualizarse como un futuro CIENTÍFICO. Ahora, esos mismos libros serían tomados como catálogos de parafernalia steampunk.)

Hasta aquí, todo marchaba “normalmente”, por así decirlo, con la Tecnología y la investigación científica que la alimentaba, desarrollándose a la par del Capitalismo, dejando atrás los románticos días del científico independiente, dedicado a sus propias búsquedas y experimentos, en perpetuo descubrimiento –o invención- del Mundo.

Una imagen seductora que continúa inflamando la imaginación de niñas y niños dotados, quienes eventualmente dan con el camino –o que parece serlo- hacia conseguirla para sí mismos... Sí, acertaron: ¡los libros de Ciencias! –o sus equivalentes contemporáneos, como documentales para la televisión o tutoriales en línea-. Lo que no está nada mal, a menos que… quieran obligar a todos, niños y adultos, a jugar su mismo juego y con los mismos juguetes, en la actitud típica del DIVULGADOR DE (LA) CIENCIA, que en realidad no es un científico propiamente dicho, sino alguien que alguna vez se emocionó con algo que supo y desde entonces quiso repetir la experiencia.

Su conocimiento es, estrictamente hablando, de juguete, pues en realidad desconoce el proceso dialéctico y a menudo dramático de producción de la Ciencia. Su función resulta por ello más de entretenimiento que informativa, al grado de que la SOGEM –Sociedad General de Escritores de México- lanzó hace poco un curso para formar “periodistas científicos” profesionales.


Cada quien sus aficiones, pero lo que no puede admitirse es que se erijan en árbitros de lo que es o no "científico" (¿?), menospreciando o descalificando todo intento de explorar otros campos de la realidad objetiva y subjetiva, sólo porque no encaja en lo que para ellos es CIENCIA.

(Acabo de recordar, entre mis anécdotas divertidas, la de un entretenido debate de los que acostumbrábamos armar, primero, en el Conservatorio y, éste en particular, en el Departamento de Música de la Universidad local –UAP, sin “B”-, en que un amigo, Alejandro, mi “oponente” en ese momento, argumentó: “Está científicamente comprobado que…” A lo que respondí: “Yo soy científico: dime cómo lo comprobaron”. Siempre fuimos conscientes de que los temas en sí no eran tan relevantes como el PLACER de explorar otros caminos del pensamiento…)

Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: theethicalskeptic.com