Alimentad el espíritu con grandes pensamientos. La fe en el heroísmo hace los héroes.
Benjamin Disraeli(1766-1848) Estadista inglés.
Un pueblo que no reconoce a sus héroes está condenado a la pérdida de la fe en sí mismos. En ese sentido la identificación y, en ocasiones la creación de héroes fortalece la confianza de un pueblo y por ello, su reconocimiento es un acto obligado. Esto no es nuevo, el Partido Revolucionario Institucional, el PRI, justificó las hazañas de los héroes nacionales a mediados del siglo pasado como parte de las estrategias para validar su gobierno. Una de las invenciones fue la Gesta Heroica de los Niños Héroes el 13 de septiembre de 1847. Los símbolos creados entonces se adentraron en el inconsciente colectivo, tal como estaba planeado y así, de esta forma, les rendí culto durante mis años de estudiante.
Fundamentales fueron mis años de estudio y de formación en el Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec en la ciudad de Puebla, - el primero de una serie de centros escolares poblanos que han demostrado su efectividad al integrar desde maternal al nivel medio superior- . Cada lunes, durante los actos cívicos, el pase de lista nos hacía gritar “murió por la patria”, para, acto seguido y ya entrados en el patriotismo, entonar las estrofas del Heroico Colegio Militar:
El toque de atención erizaba la piel, con esa magia poseen los toques y marchas militares.
De la Heroica Escuela Naval: José Azueta…¡murió por la Patria!; Virgilio Uribe …¡murió por la Patria!; Del Heroico Colegio Militar:Teniente, Juan de la Barrera…¡murió por la Patria!; Alumnos:Francisco Márquez…¡murió por la Patria!; Fernando Montes de Oca…¡murió por la Patria!, Juan Escutia…¡murió por la Patria!, Agustín Melgar…¡murió por la Patria!; Vicente Suárez…¡murió por la Patria!....“Heroico Colegio Militar”…¡Por el Honor de México!
La respuesta al unísono era la forma más tangible que como adolescentes teníamos de vivir el amor a la Patria. Desconocía entonces que la heroicidad de los niños defensores del castillo de Chapultepec llegó a su clímax durante el sexenio de Miguel Alemán cuando, al cumplirse un siglo de la invasión en 1947, el entonces presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, al colocar una ofrenda en el monumento a los infantes, pronunció la frase que hiciera que por la noche, los cadetes del Heroico Colegio Miliar la retiraran, arrojándola a la embajada estadounidense. La frase poca afortunada abrió la puerta para incrementar el grado de entrega a la Patria hecha por quienes murieron en su defensa aquel septiembre de 1847. Truman, al colocar la ofrenda -que después fue retirada por los herederos del deber patriótico- , sentenció: “un siglo de rencores se borra con un minuto de silencio”.
Después de la visita de Truman a México, se realizaron excavaciones en torno al castillo de Chapultepec y por supuesto, el Instituto Nacional de Antropología e Historia avaló el descubrimiento de los cráneos de los Niños Héroes, por más inverosímil que parezca. No hay que olvidar que era la época donde el horario lo fijaba el presidente y nadie osaba cuestionarle. Así nace el mito y con él un nuevo monumento. La historia manoseada por el poder en turno.
Habiendo estudiado en el Centro Escolar Niños de Chapultepec no puedo decir que este invento haya sido contraproducente. Hoy nos inventamos cosas que deberían horrorizarnos y sin embargo las aceptamos. Una de ellas son los gobernantes que tenemos.
Contextualizando la necesidad de tener héroes, se reconoce que en la región de la cuenca hay la necesidad de mencionar los actos heroicos del pueblo. Pero eso es distinto, opuesto a la intención de querer mostrar como buenas personas y por lo tanto hacerles homenajes a maledicentes, pedófilos, ladrones, megalómanos tan sólo porque, para nuestra desgracia y joven democracia, por un golpe de suerte han llegado al poder. Eso es tan falso como la gesta de los niños héroes. Pero ellos, los Niños Héroes pasan a la historia como ejemplo a seguir, los otros, los promotores de homenajes para validar un gobierno, siguen siendo parte de nuestras vergüenzas.
Dice la iguana que cuando se trepa a una rama a tomar el sol, a veces termina cayendo a las fétidas aguas del arroyo Moctezuma, sobreviviendo en cumplimiento a la frase “adaptarse o morir”. Luego me dice, con su iguanoide mirar clavado en mi entrecejo, en un reclamo genuino, que si se van a comenzar a regalar homenajes, ella exige el suyo, por fea, por vieja, por verde y porque nadie sabe de qué lado masca.
Luis Fernando Paredes Porras es director del Instituto Cultural de Información del Sotavento Oaxaqueño, INCISO: Felipe Matías Velasco