BOGOTÁ D. C., 18 de abril de 2020 — Agencia de Noticias UN-
Así se refiere a la Agricultura Urbana o Periurbana (AUP), la profesora Juliana Cepeda, de la Facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, quien forma parte del grupo de investigación del Instituto Estudios Ambientales.
Muros verdes, macetas, jardines exteriores e interiores son algunos de los espacios ideales para producir alimentos, aunque también se pueden reutilizar elementos como botellas, latas y hasta llantas, realizando al mismo tiempo un ejercicio de reciclaje y optimización de recursos y desechos.
Algunos de los alimentos más populares y sencillos de cultivar y mantener son: tomate, zanahoria, jengibre, piña, albahaca, cebolla, pimentón y, si el espacio lo permite, aguacate, fresas y hasta manzanas, con diversidad de usos gastronómicos y beneficios para el organismo y el sistema inmune.
Esta práctica genera empleo, recicla desechos, crea cinturones verdes y fortalece la resistencia de los centros urbanos frente al cambio climático, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura - FAO (por sus siglas en inglés).
“Aprender a cultivar alimentos en casa es una forma de desarrollar habilidades básicas y necesarias, de cuestionarnos sobre temas medioambientales y soberanía alimentaria”, comenta la docente.
De igual manera, considera que es la oportunidad de rememorar tradiciones y rescatar la costumbre -que de hecho existe en muchos lugares- de producir varios de nuestros alimentos y no ser tan dependientes.
Esta modalidad agrícola, que crece cada vez más en el mundo, incluso en países con condiciones climáticas extremas o cambiantes, es clave para garantizar la seguridad alimentaria, especialmente en tiempos de crisis como la que vivimos, pues aunque no hay una escasez explícita de alimentos, sí hay obstáculos con el transporte y la adquisición de productos de primera necesidad.
Dado que esta práctica se lleva a cabo a través de métodos sencillos y que por lo general tiene ciclos de producción cortos, la AUP se proyecta como una actividad de generación de empleo o ingresos paralelos dentro de las ciudades, aunque aún hay retos en cuanto a las regulaciones particulares según el territorio.
Independencia alimentaria
La ruralidad es uno de los grandes rasgos de una economía del país ligada a la tierra. Incluso, en Bogotá, alrededor del 70 % del territorio es rural, especialmente en localidades como Sumapaz, Usme, Usaquén e incluso Suba.
La AUP, además de abrir oportunidades de ocio y alivio económico, suscita reflexiones en torno al cuidado de las semillas y el suelo, dos recursos naturales que paulatinamente avanzan hacia la monopolización de su uso y tenencia.
Producir huertos en casa o promover un espacio como este en comunidades barriales, por ejemplo, trae beneficios colectivos. “Se debe mirar la autonomía alimentaria no solo como individuos, sino como país”, agrega la profesora Cepeda.
Para la docente, pese a que hay propuestas, aún se carece de políticas puntuales de articulación entre las ciudades y las zonas aledañas productoras de alimento para garantizar la cadena de suministro y para hacer inversión en la productividad.
Quienes están más inmersos en el autocultivo o buscan participar más activamente de estas iniciativas pueden unirse a redes de agricultores urbanos en diferentes ciudades que comparten experiencias exitosas y conocimientos en torno al tema.
Fuente: agenciadenoticias.unal.edu.co