lunes, 11 de marzo de 2019
Mujer (poema)
8 de marzo de 2019
Mujer. Mirada triste que hacia dentro examina sus caídas
Y espera bajo el agua de sus lágrimas sagradas
La luna naciente que refleja lo grandioso de su peregrinar
En el mar de lo cotidiano y su rutina.
¡Heroína que tiene por arma una escoba con que enfrenta
Su mismo origen mascullando estrellas y aerolitos
Que se dejan llevar por la brisa que vuela entre recetas frescas
Y hacen del crepúsculo el bendito guisado de un alba que brota,
De sus deshidratadas manos, un tiempo que retumba
En sus recuerdos la amarga y deslucida figura de un sacro sol
Que germina entre las piedras una maternidad desesperada!
¡Oh mujer que haces girar el cielo entre tus dedos al tejer constelaciones
Con el dulce trinar de tus rezos cargados de una soledad constante
Y donde el espíritu amargo de tu destino macera en un reloj
El reino mismo de la muerte y la vida que, a la luz del día,
Retoca tus mejillas para entrar y salir a un mundo que arranca,
Entre lágrimas, los frágiles capullos que germinan en tu pecho
Las notas mismas de un secreto inmaculado!
¡Oh mujer, llanto de viento profundo que entre flores amargas
Deja caer sus lágrimas, cual semillas, en un llano de espinos
Para hacer de sí misma el prodigio de una creación
Que entre dolores arrulla un feto entre el viejo tambor de su mismo corazón!
¡Oh mujer… sangre que sobre su mismo acantilado anhela
Hacer de sus labores un estanque donde lavar sus amarguras
Y que, sin buscar un paraíso, entrega su misma vida al palpitar
De sus uñas que se desgarran el vientre cuando entre pujidos
Hace nacer poesía en un sueño que se inflama de dolientes versos!
¡Oh mujer. ..Fogata y matriz que enciende la pasión y arrastra
Entre colmenas una marea roja donde la misma ruina se quebranta
Tras labrar los bosques de su mismo sexo en una tumba,
Para que así las esperanzas mismas hagan de sus ilusiones
Un escudo que le dé sentido al delantal que portas!
¡Lágrimas de leche escupiendo entre gritos sus palabras
Para hacer de la vida y sus dolores uno más de sus versos
Y así parir flores rojas hechas de trapo para evitar la sed por la poesía!
¡Mujer bendita… eres hambres de polvo y vino sobre yerba atropellada
Que sólo resiste mientras tiene fuerza para levantar ésa aguja
Que siempre vuelve a remendar la humildad de sus sencillos sueños!
Eres el triste argumento de un melodrama que, irremediable,
Te condena a muerte entre el musgo de tu vientre y los helechos
Que cantan, en tus pezones, el entusiasmo de un arrugado beso
Que sacude y esconde esa tierra que, con desesperanza,
Cura tus tejidos con el triste semen de un hipócrita alcatraz.
Tu mudo vientre canta ciego al sordo compás de un no-motivo
Que, entre montes, ignora el pecado para germinar poesía desnuda
Entre el matorral espeso de tus cabellos y la fidelidad de una mirada
Que sonríe plenamente al agua donde lavas el sudario quebradizo
De tus mismas uñas sin el recuerdo fétido de su propio solfeo
Y donde la crianza alimenta versos remendados en tu mismo sexo.
Eres ejemplar consuelo en una cama donde cualquier leproso
No es capaz de manchar tu mismo fuego.
¡Cobija eterna de un amor que funde sus jadeos en la hoguera misma
Para bordar la nacarada infancia de sus mismos sueños!
Juan Carlos Martínez
(El Monje Hereje)