domingo, 1 de abril de 2018

Realpolitik e idealismo en las elecciones


- La Historia Jamás Contada -

Cuando de niño -mediados de los ’60- oía a los adultos hablar de “política”, ésta me resultaba una cosa incomprensible, en parte extraña como los toros y el futbol que, con todo, poseían referentes visibles, mientras que aquélla no ofrecía nada concreto sobre lo cual pudiera formarme un concepto, quedando en una especie de arcano impenetrable por mi sola inteligencia natural, tan eficaz en otros  asuntos.

Lo que alcanzaba a captar de esas tertulias tenía que ver con ciertos personajes y sus posibilidades (¿?) de acuerdo a su relación o no con alguien “importante”, aunque tampoco escaseaban las referencias a misteriosos “apoyos” que podían decidir su elección, no por los ciudadanos todavía, sino como abanderados -esa era la palabra- del PARTIDO, sancta sanctorum de cualquiera fuese el ritual que los distinguiría para siempre de las personas comunes.

Lo que seguía era pura formalidad, comenzando por el simulacro del apoyo incondicional de las masas, hasta culminar con su apoteósico triunfo el Día D (las elecciones, se entiende).

Incluso la sátira política, por definición crítica e irreverente, asumía este modelo, que presentaba a los contendientes como algo prefijado e inobjetable, contentándose con añadir alguna nota de color -graciosa o folklórica en general-, aunque no faltaba quien deslizara una (muy) oblicua alusión a algún trapillo medio percudido -no propiamente sucio- en el haber de un candidato ya designado. (Por cierto, la palabra “candidato” proviene de “cándido”, esto es, blanco, impoluto.)

Pero en cuanto a la selección previa, siempre se daba por efectuada a través de un Comité secreto, una criptocracia con sus propias reglas y procedimientos, de modo que la función tanto de comentaristas independientes -o casi- como propagandistas propiamente dichos, sólo comenzaba a partir del momento “mágico” del DESTAPE.

Esto hacía de la Política algo tan insulso que sólo apasionaba a los políticos -o aspirantes a serlo, wannabes-, sus corifeos y uno que otro ocioso sin nada mejor que hacer -o llevar a la Redacción, en su caso-. Para todos los demás, la inmensa mayoría, había otras cosas que reclamaban ventajosamente su atención.

Pero aun antes de finalizar la década, todo cambiaría abrupta e impredeciblemente cuando una nueva generación, mejor informada y más analítica, descifró el juego del Partido de Estado y su peculiar parafernalia electoral, tomando súbitamente CONCIENCIA de que, parafraseando a Rimbaud: “la (verdadera) Política estaba en otra parte”.

La sátira adquirió entonces otra dimensión, más cercana a la realidad cotidiana de la gente común, tradicionalmente excluida de las decisiones que ineluctablemente habrían de afectarla. Una que, sin dejar de apelar al humor, incorporaba ya cierta dosis de teoría crítica de la sociedad, como la emblemática historieta LOS SUPERMACHOS, de Rius: Quelli erano i giorni!

Pero una vez expuesta la Realpolitik oficialista, había que construir desde cero una alternativa tanto teórica como práctica, siendo en este punto donde ya no había a qué o quién(es) recurrir, pues no eran el Derecho y ni siquiera la Historia, los indicados para ello. (Una notable diferencia entre los grandes movimientos estudiantiles de la época -norteamericano, italiano, alemán y, por supuesto, francés- y el mexicano, fue la ausencia en este último de una TEORÍA que lo fundamentara y, en cierta forma, proyectara hacia el futuro, terminando por prevalecer la lógica estatal en iniciativas como la “apertura democrática”, la “reforma electoral” -LOPPE- y otras posteriores.)

Esta carencia, nunca adecuadamente colmada, prevalece en las propuestas idealistas -en sentido filosófico- de hoy en día, en que al ominoso funcionamiento del Sistema -en esencia el mismo de hace 50 años- se trata de oponer las virtudes morales -cívicas y/o religiosas- de sus disidentes, con el único resultado posible: su incapacidad ya no de modificarlo sustancialmente, sino tan sólo de hacerle mella.

Habría que comenzar a entender cómo y por qué funciona el Aparato -su teoría- y, en base al conocimiento adquirido, hacer propuestas viables para transformarlo en algo más cercano a la Democracia. De otro modo, LA HISTORIA CONTINUARÁ EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO… y los que sigan, estimados espectadores -¿o somos otra cosa?-.


Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: listinusa.net