Cantemos ahora a las armas del viento, cantemos ahora en tonos menores, cantemos ahora un aria italiana en náhuatl o en totonaco, cantemos ahora con la pluma universal de la lengua castiza, como si fuera la llave o nota clave que deja a esos hombres que trabajan en el parnaso, o acompañando al sol desde el medio día como fieles combatientes por conquistar ese extraño y misterioso ideal llamado HOMBRE, cantemos en mortecinos oscuros de dolor por la partida del maestro Carlos Montemayor, como se le canta al soldado muerto en batalla, como se le canta a la balanza aquella de los egipcios, donde es difícil decir que fue la pluma, la nota musical, la poesía, la letra escrita o el fusil del cuartel madera la balanza de su corazón, el que le depare este nuevo viaje hacia la muerte, ya que si fuese difícil, como lo son los caminos del desierto, el está acostumbrado a los caminos de Parral Chihuahua, donde seguro se sentirá como caminando por una vereda hacia su casa, hacia ese lugar donde se encuentran los que no caben en la muerte, donde seguro su recuerdo y su trabajo, su legado y su ejemplo, lo volverán un hombre atemporal y universal, como sin duda lo es Carlos Montemayor.
Todavía recuerdo ese mes de septiembre de 1997, cuando lo conocí en el Museo Amparo, en esta Ciudad de Puebla, y me autografió Chiapas, la rebelión Indígena de México y Poesía 1977-1994, recuerdo ese hablar pausado y claro que tenía, como después comprobé que era su pensamiento, agudo, implacable, y enfrentado con el poder político y con la injusticia.
Recuerdo que alguien le preguntó en esa presentación de libros, que si él creía en eso que se decía, que los escritores dejan de soslayo la realidad, para vivir en la ficción de sus libros, a lo que Carlos Montemayor contestó que esto era falso, y que ningún escritor serio puede dejar de lado la realidad en la que vive, y que está comprometido con la realidad y no con el imaginario, y que la realidad es algo muy importante para un Escritor, y como realmente no lo conocía, esta aclaración fue el punto de partida, para seguirlo en sus publicaciones en la Jornada, en Proceso, y en los libros que iba publicando.
Recuerdo aquella vez en que me volví a encontrar con Carlos Montemayor, esta vez en una librería pequeña, esta vez, con dos de sus libros: Minas del Retorno, y Mal de Piedra, que por cierto compré a un precio muy bajo, y que atesoré como unas obras de inmenso valor, no sólo porque exploran descriptivamente al hombre, si no porque exploran que mueve al hombre a buscar aquello que llamamos vida.
O aquella otra en que me volvió a sorprender gratamente Carlos Montemayor, cuando descubrí dos de sus discos de canciones Italianas y Napolitanas, en la que descubrí que era tenor, y un profundo enamorado del canto, y de las bellas artes.
Confieso que era un fiel admirador de su trabajo, que me daba gusto tener en México a un hombre de su talla, que me reconfortaba que su corazón también latiera a la izquierda, y que los traidores, los vende patrias, los pillos que no tienen interés por este país encontraran a un verdadero patriota, y que aquellos sin nombre, sin voz, sin decisión, encontraran en Carlos Montemayor, la voz que hablaba por sus intereses.
Por eso, ahora que el Maestro Carlos Montemayor ha partido en ese misterioso viaje, como regresando a casa por una antigua vereda de Parral Chihuahua, es que me atrevo a entonar este treno, esta percusión y este canto, ya que en esta semana diversas, variadas y distinguidas voces ya lo han hecho, es que me atrevo, es que me aúno, al homenaje que le rinde o debería rendirle México, a un hombre de tan excelsa magnitud como lo fue Carlos Montemayor, y confieso que la tristeza me invadió profundamente cuando supe de su partida, y que ahora es la alegría, de ver el eco que ha hecho su muerte, para que la vida, la vida de otros como él, vivan en muchos mexicanos.
Descanse en paz, CARLOS MONTEMAYOR.
VIVE LIBRE!!!!!!!!!!
MUERE BIEN!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Alejandro Tamariz Campos egresado de la Facultad de Derecho de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, combina la pasión por la pintura y las letras con el ejercicio profesional.