lunes, 16 de octubre de 2017

Nacimiento De Mozart



Las efemérides me resultan particularmente especiales, incluso desde el mismo significado del término. De una palabra griega que significa “diario”, el vocablo se refiere a un elemento que marca las posiciones astronómicas, es decir, las estrellas, planetas, cúmulos estelares, constelaciones, galaxias, nebulosas y hasta agujeros negros.



Aunque utilizar el singular efeméride es válido, la expresión en plural es más correcta, es decir “la efemérides”.


No soy astrofísico ni cosmólogo, pero miro mucho al cielo. Tal vez por la sensación de abismo que me da la impresión de ser ínfimo y la sorpresa cotidiana de mi insondable ignorancia, ante un universo de inmensidad asombrosa, que se expande a velocidades inimaginables sin que nos demos cuenta. Pero las efemérides también se refieren a hechos notables en la historia.


Así veo a Wolfgang Amadeus Mozart que nació un 27 de enero y de quien  siempre esperé escribir de él como el más “astronómico” de los músicos, en este asombroso descubrimiento de cada obra, cuando de repente, después de escucharlo por millares de veces, siempre me ofrece una sorpresa de una estética sorprendente.


Exactamente a las 12 de la noche, comienzo a darle oído a su vigésimo séptima sinfonía en sol mayor y de la nada, en un momento inesperado, dentro del flujo de sonidos nace el dulce apoyo de una flauta (que nunca había percibido) en medio de cornos y violines que en inefable alegría, crean una verdadera alegoría que jamás ha podido ser igualada formalmente en belleza, en toda la historia de la música por otro autor.


Como también vivo cotidianamente la pasión por la medicina, me refugio en la lectura de las características de su nacimiento, en un invierno frío, que iba a enfriarse más porque de siete hijos que conformarían la unión de su mamá Ana María Walburga Pertl (1720-1778) y Johann Georg Leopold Mozart (1719-1787) solamente iban a vivir dos niños: Ana María y Wolfgang.


Algunos biógrafos afirman que fue prematuro sin constatarlo definitivamente. Lo que sí está bien documentado es que tuvo una malformación congénita en el pabellón auricular izquierdo que médicamente se conoce como Oreja de Wildermuth, pero que ahora ya se denomina universalmente como “oreja de Mozart”. Los otorrinolaringólogos expresarán que es una “prominencia superior del antihélix, causada por su fusión en el hélix, con la concha agrandada, el antitrago desplazado hacia abajo y un lóbulo subdesarrollado”. Aunque he tratado de encontrar visualmente estos cambios morfológicos en imágenes elegantemente dibujadas, dentro de mi rudimentaria visión anatómica, no le veo una oreja estéticamente diferente a la de cualquiera.


Salinas de Gortari definitivamente las tiene espantosamente tenebrosas.


De todos modos, no he encontrado una pintura de Mozart mostrando su perfil izquierdo, como si ésta característica tuviese importancia para su padre quien seguramente no deseaba que fuese percibida por todos aquellos que en su época, lo veneraron como uno de los prodigios más extraordinarios que hubiese generado la naturaleza.


Conformamos una sociedad que desprecia a aquellos que exhiben características genéticamente alteradas con respecto a nuestra aparente normalidad, pero en actitud de falso respeto, ya se denomina a los “discapacitados” como individuos de capacidades diferentes o diferenciadas, de la misma forma en la que los jodidos ya somos nombrados elegantemente como los “menos favorecidos” o a los ancianos como individuos cursando  la “edad en plenitud” independientemente de la artritis. Sin embargo, escucho a Mozart y me identifico con todos los seres humanos independientemente de nuestra condición, de nuestras formas, de nuestras ineptitudes o nuestro físico; auque sin poder negarlo, experimento una sensación de náuseas ante cualquier político o empresario abusivo en quienes el dinero y el poder, marcan la constante de una superioridad tan irracional como el hecho de disfrutar un postre de chocolate elaborado con una mitad de ingredientes de cacao y la otra parte, mezclada de mierda. Pero así también fue el irreverente Mozart, quien en una recalcitrante vulgaridad, siempre se mostró como era, ante cualquiera. Toda su obra es genial; tanto que no me atrevería a recomendar escuchar algo de él en el día de su onomástico.


No fue el más grande compositor, el virtuoso más sobresaliente, el prodigio más destacado o el niño malformado que se sobrepuso a la adversidad. Simplemente, Wolfgang Amadeus Mozart, es la música. Nada más.



(Imagen: Wikipedia)

José Gabriel Ávila-Rivera es médico egresado de la BUAP, especialista en Epidemiología e investigador del Proyecto de Salud Ambiental y Humana, Departamento de Agentes Biológicos, Facultad de Medicina de la BUAP.

Publicado originalmente en Saber Sin Fin el  28 de enero de 2012