viernes, 27 de octubre de 2017

Muerto De Miedo


- ALEBRIJE No. 45*-

(Relato)

Hoy me vi en una foto, tenía los pies grandes del color de las orquídeas, piernas cortas y gruesas, zapatos de bola tejidos, mi cara reflejaba una sonrisa leve; siempre fui taciturno y mi madre decía que tenía la nariz como mi padre echa una pelota. Una bolita en medio del rostro infantil que tienen todos los niños. Cuando me fui, llevaba puesto un traje de peter pan en color verde con vivos amarillos y una gorrita amarilla que cubría mis pocos cabellos de color castaño, como el pelo de mi madre, mamá me hizo a ultimas fechas un gorro blanco tejido que puso encima de mi gorrita, porque el frío había estado tremendo en los días de otoño y temiendo que enfermara puso gorro sobre gorro, el chaleco que traía puesto el día de mi muerte, papá lo escogió en el preciso momento en que me vio a través del cristal cuando la encargada me enseño con él, cual mercancía.


Mi muerte no pesa en sus vidas, es y ha sido como cualquier evento que terminó.

Estaba en casa, sobre la cama y de pronto, una ráfaga de malas palabras y llantos, inundaron la habitación, mamá gritaba cosas que no entendía y luego vino a mí con unas tijeras. Y yo tuve mucho miedo.

En sus ojos había tal rabia que hubiera contaminado hasta el aire que pasaba por ahí; bufaba, maldecía. Arrojo fotos y cartas a la basura y les prendió fuego, se mordía las manos y los labios hasta sangrar, descolgó ropa para romperla, el cuadro de la sala voló en pedazos, la foto que contenía la deshizo trozo a trozo hasta desaparecer.

Yo, temblaba, muerto de miedo y en mis ojos aparcaron una multitud de lágrimas. Al verle a los ojos, supe lo que iba a pasar.

Me tomó muy fuerte del brazo y tiro de él hasta desmembrarlo, lloré por que el ardor y el tronar de huesos hizo estallar mis gritos, mis piernas se quedaron mudas, quietas y unas tijeras me escarbaron la carne; el filo paso por cada una de mis fibras. Me asesto un golpe en el centro del estomago haciéndolo reventar, escupí sangre, con los ojos ciegos de dolor grite lo mas fuerte que pude, pedí a gritos auxilio, nadie entro a impedir mi muerte.

Todos estaban coludidos.

Mamá encontró a su amante en brazos extraños que le causaron averías. Según el doctor, pasaran años para que sanen. Fue una noche interminable para todos; con excepción de la vida mía, que si termino en esas duras horas y al otro día envuelto en bolsas plásticas, me tiraron a la basura del olvido.

Hoy que ya no estoy ahí, pero que si estoy en sus recuerdos y vago en estas dimensiones, puedo observar el arrepentimiento de ambos, los dos sufren un dolor insoportable por la perdida y se retuercen las ganas para no acordarse uno del otro.

Hay un sentimiento que contamina a los seres racionales, tornándolos misántropos, cavernícolas sólo con necesidades primarias. Depredadores.

Aun no he entendido por que tanta violencia hacia mí, que culpa tuve de esas malas decisiones que tomaron ellos, por que mi vida quedo trunca.

Hay diferencias que se pueden resolver, pero los hombres y las mujeres se rigen por pasiones y ahí la razón no tiene cabida.

¡Maldito sea el amor!, ¡Maldito aquel que ama con titulo de posesión!, ¡Maldita la hora en que los locos se ciegan y han de desatar guerras sin sentido!

¡Madre mía que has hecho de mí! ¡Un fantasma que te pesará en el alma, un lastre que te aparcara en este mar de la desgracia que tu misma abonaste con muerte, y que él cargara toda la vida sobre su espalda, sin poder volver a sentir la paternidad, por que ya no puede florecer, por que es árbol viejo y el agua ha dejado de pasar bajo sus pies!

Es noviembre enciende una vela y reza. La muerte es oscuridad infinita y lucifer la administra sin misericordia contra toda luz.

…¡Madre, no tengo una lámpara para alumbrar estas tinieblas!

*Alebrije No. 45.  Director: Gerardo Pérez Muñoz