martes, 17 de octubre de 2017

La Última Enfermedad De Schubert


El efecto fascinante que tiene la más famosa de las “Ave María” en el repertorio de la música creada para el canto es indescriptible. Sin ser precisamente un erudito en musicología, cuando la escucho percibo que sus registros (es decir, “la altura” de los sonidos) no es tan amplia, de modo que puede muy bien prestarse para el lucimiento de cualquier cantante. Casi podría decir que es “minimalista”, es decir, algo reducido a lo básico, como si fuese una creación ultramoderna, que logra expresar la esencia y la naturaleza más profunda con lo simple; pero de ninguna manera intento minimizar esta obra maestra. La cantan  mujeres y hombres con el mismo efecto seductor. La cantan niños y adultos. La puede cantar cualquier persona con el mismo resultado sublime. Esta cualidad es reflejo del genio de un músico poseedor de una historia más que interesante.



 Franz_SchubertSe trata de Franz Peter Schubert, que nació en el año de 1797 y cuyo aniversario luctuoso se conmemora a nivel mundial este 19 de noviembre, recordando el año de 1828 en que falleció, en pleno auge del movimiento romántico que rompía con las estructuras acartonadas y marchitas; de una época que se destinaría al preámbulo de la revolución industrial, a mediados del siglo XVIII y principios del XIX y en el que Schubert murió por un problema de salud que aún ahora también puede considerarse minimalista.


Fue hijo de un maestro de escuela que practicaba el violín y con quien tomaría sus primeras lecciones. Con un hermano mayor llamado Ignaz, aprendió las bases del piano en un periodo muy corto. Ya perfilándose como un niño prodigio de la música, ingresó a los once años a una institución denominada Stadtkonvikt en donde daba clases Antonio Salieri y quien de inmediato reconoció su genio. Ahí comenzó una intensa y particular actividad como compositor, que perfilaría una serie de novedosas formas musicales.


Fue quien propuso el “lied” (canción en alemán) como un canto acompañado del piano que debía ser breve, vinculado particularmente con un poema, con una influencia de la canción popular (Volkslied) y sobre todo, alejada del complicado virtuosismo que requería el canto académico formal.


En el año de 1813 salió del Stadtkonvikt presionado por su padre, para que se dedicase a la docencia y heredase una escuela que ya tenía. De aquí surgió una tensa relación que culminó con su salida de la escuela, la separación familiar y la búsqueda de sobrevivir exclusivamente de la música, situación en la que nunca pudo tener éxito y que lo condenó irremediablemente a una pobreza de un carácter lamentable.


Comenzó a llevar a cabo reuniones privadas con músicos, intelectuales y amigos en las que se ejecutaban sus canciones y que a la larga serían denominada “shubertiadas”.


Se menciona que en su periodo más crítico de estrechez económica, solicitaba comida a cambio de una partitura con alguno de sus “lieder” (plural en alemán de lied).


Pero en 1824 comenzó a experimentar los síntomas de la sífilis, enfermedad venérea que no tiene nada qué ver con “las venas” sino con Venus, la diosa griega del amor. Este periodo fue particularmente intenso en actividad creadora y aunque lo admiraban en una forma extraordinaria, este círculo de seguidores estaba tan restringido, que poco pudo haber servido para mejorar su condición de pobreza.


Algunos biógrafos han planteado que unos días antes de su muerte tuvo tifoidea y otros gonorrea. Lo cierto es que la causa de su fallecimiento obedeció a una enfermedad de transmisión sexual complicada por la mala condición en hábitos alimenticios, en una época en la que no había antibióticos ni tratamientos seguros para curar la enfermedad.


Curiosamente estamos en pleno siglo XXI; sigo viendo pacientes con sífilis a pesar de que contamos con la penicilina que sigue siendo el medicamento de elección, pese al informe de que ya se van encontrando bacterias resistentes, lo que obligará a buscar otras alternativas. Me resulta curioso, pero sobre todo inaudito, este fenómeno de salud en un mundo aparentemente civilizado, en el que todavía hay enfermedades medievales como el hambre, pobreza, diferencias de clases pero sobre todo falta de humanismo. Sin embargo, este 19 de noviembre recordaré a este autor.


Franz Peter Schubert nos demostró con una contundencia poderosa que, en la pobreza material se puede encontrar un albergue cálido y seguro para amparar tierna y hasta terminantemente al amor.


Para valorar la belleza de un “Lied” de Schubert, diferente a la conocidísima “Ave María”, les ofrezco este video, con la virtuosa Hélène Grimaud al piano y el extraordinario y sorprendente Thomas Quasthoff, cantando como uno de los bajo-barítonos más valorados del mundo en la actualidad.


Jose_Gabriel_Avila-RiveraJosé Gabriel Ávila-Rivera es médico egresado de la BUAP, especialista en Epidemiología e investigador del Proyecto de Salud Ambiental y Humana, Departamento de Agentes Biológicos, Facultad de Medicina de la BUAP



Publicado originalmente en Saber Sin Fin el 19 de noviembre de 2011