martes, 17 de octubre de 2017

María Callas “La Divina”


No me cabe la menor duda de que la expresión musical creada por el hombre tuvo como su inicio incontrovertible a la voz. Los instrumentos musicales han representado una extensión de la capacidad sonora, de la misma forma en la que utilizamos telescopios para admirar las estrellas o microscopios para asombrarnos de los microbios. Sin embargo, nuestro órgano vocal tiene francas limitaciones cuando la comparamos con los dispositivos para producir el arte musical.


La voz humana es bastante restringida tomando en cuenta el rango sonoro desde el tono más agudo al más grave (apenas cinco octavas desde un punto de vista técnico). Contrariamente, los instrumentos pueden literalmente abarcar todas las frecuencias de sonidos que podemos escuchar. Esto también se relaciona con el volumen, pues sin duda, una orquesta tocando al unísono, puede opacar cualquier voz y jamás se podrá imitar el dócil sonido de una flauta o un violín en un “pianissimo”, por muy suave que se cante una nota. Por último, las instrumentos pueden producir sonidos de una duración indefinida, mientras que el canto está supeditado solamente a la respiración y capacidad pulmonar (situación que solamente se puede comparar con los “vientos” o aerófonos), lo que provoca un cansancio o agotamiento que no es comparable a la fatiga que se produce tocando cualquier instrumento cuando se canta académicamente hablando.


Para ser más claro, muchas veces he escuchado personas que proponen que uno respire con el estómago, siendo que éste órgano es digestivo y si llegase a entrar aire en una cantidad generosa, lo único que se emitirían serían eructos que difícilmente podrían afinarse como lo hacemos utilizando nuestra laringe, que es el órgano de la fonación.


Un elemento que divide la cavidad abdominal del tórax es el diafragma, que junto a las masas musculares del tórax son los que se involucran en el aire que se emitirá y entrará en volúmenes de un carácter impresionante que se da en los grandes cantantes. Músculos del torso, del abdomen, diafragma y del cuello logran que al salir el aire por las cuerdas vocales, provoquen sonidos de una potencia inaudita o una suavidad conmovedora.


El 2 de diciembre de 1923, en Nueva York nació Ana María Cecilia Sofía Kalogeropoúlou, que a la larga sería conocida como María Callas, una de las más representativas cantantes de ópera del siglo pasado. Realmente de origen griego, no puedo expresar calificativos suficientes para poder describir lo que representa para mí su voz y su aciaga vida, como una verdadera tragedia griega, cuando el 16 de septiembre de 1977 murió en Paris de un supuesto infarto al corazón, pues se ha llegado a sospechar en un suicidio. Todos los genios artistas tienen como característica un perfil particularmente temperamental y eso los convierte en seres emocionalmente vulnerables. Esta es la parte medular que deseo abordar en esta fecha tan simbólica, cuando escucho en un hermoso francés su impresionante interpretación de “Mon coeur s’ouvre à ta voix” de la ópera Samson et Dalila; del autor Camille Saint-Saens (1835-1921). Casi la puedo sentir en la época de su mayor éxito, allá en el año 51 del siglo pasado, cuando en el Palacio de las Bellas Artes en México, provocó una verdadera apoteosis en el público al intercalar el célebre mi bemol, al final del segundo acto de la ópera Aída de Giuseppe Verdi (1813-1901) que a la larga sería inmortalizado como “el agudo de México”.


Ya en 1949 se había casado con un empresario italiano llamado Giovanni Battista Meneghini; matrimonio poco venturoso pues se desgajó cuando María, enamorada del millonario griego Aristóteles Onassis, dejó al marido para entregarse en una forma plena, que tuvo a la larga, como respuesta la literal huída de Onassis para casarse con Jacqueline Kennedy, viuda del presidente gringo asesinado en Dallas Texas en 1963.


Este golpe fue tan brutal que ya jamás fue la misma y aunque tuvo actuaciones memorables, se considera que el mejor de sus momentos se dio precisamente antes de la relación con el millonario, entre mediados de los 40 y mediados de los 60, tiempo demasiado corto para una cantante de su enorme dimensión.


Afortunadamente nos dejó extraordinarias grabaciones que nos permiten admirarla en una forma fervorosa, pero sin poder expresar con palabras mis sentimientos al escucharla, solamente puedo articular la expresión “Divina”, calificativo que le fue brindado por el público amante de la ópera en Italia, de la misma forma en la que habían llamado a otra gran cantante llamada Claudia Muzio, a quien más que sustituir, desde mi punto de vista, Maria Callas superó.



María Callas - Saint-Saëns Samson et Dalila, Acto segundo: 



Letra:

Mon cœur s'ouvre à ta voix, comme s'ouvrent les fleurs
Aux baisers de l'aurore!
Mais, ô mon bien-aimé, pour mieux sécher mes pleurs,
Que ta voix parle encore!
Dis-moi qu'à Dalila tu reviens pour jamais!
Redis à ma tendresse
Les serments d'autrefois, ces serments que j'aimais!
Ah! réponds à ma tendresse!
Verse-moi, verse-moi l'ivresse!
Ainsi qu'on voit des blés les épis onduler
Sous la brise légère,
Ainsi frémit mon cœur, prêt à se consoler
À ta voix qui m'est chère!
La flèche est moins rapide à porter le trépas,
Que ne l'est ton amante à voler dans tes bras!
Ah! réponds à ma tendresse!
Verse-moi, verse-moi l'ivresse!


¡Mi corazón se abre a tu voz, como se abren las flores
a los besos del amanecer!
Pero, ¡Oh! Mi amado,
para secar mejor mis lágrimas, que tu voz me hable aún.
¡Dime que regresarás a Dalila para siempre!
Recuérdale a mi ternura los juramentos de otros tiempos,
¡Ésos juramentos que yo amé!
¡Ay!
¡Responde a mi ternura!
Lléname… ¡Lléname de embriaguez!
¡Responde a mi ternura! ¡Responde a mi ternura!
¡Ay!
Lléname… ¡Lléname de embriaguez!
Así como se ve el agitar de las espigas en el trigo
bajo la brisa ligera,
¡Así se estremece mi corazón cercano a consolarse
por tu voz que tanto quiero!
La flecha es menos rápida para llevar la muerte,
que lo es tu amada para volar a tus brazos!
¡Para volar a tus brazos!
¡Ay!
¡Responde a mi ternura!
Lléname… ¡Lléname de embriaguez!
¡Responde a mi ternura! ¡Responde a mi ternura!
Lléname… ¡Lléname de embriaguez!

Traducción: José Gabriel Ávila-Rivera.

Imagen: Wikipedia










Jose_Gabriel_Avila-RiveraJosé Gabriel Ávila-Rivera es médico egresado de la BUAP, especialista en Epidemiología e investigador del Proyecto de Salud Ambiental y Humana, Departamento de Agentes Biológicos, Facultad de Medicina de la BUAP


Publicado originalmente en Saber Sin Fin el 2 de diciembre de 2011