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El 21 de agosto del 2011 se cumplieron los cien años del robo de una obra artística que ha tenido la repercusión más trascendente en toda la historia del arte. Este suceso resulta particularmente anecdótico por una serie de cuestiones que sorprenden desde muchos puntos de vista. Una gran cantidad de aspectos, ignorados por la mayoría y un enorme conjunto de incógnitas que giran alrededor de la pintura, nos llevan de la mano a una reseña casi de cuento.
mona_lisaHasta ahora no se sabe quién fue la modelo que inspiró este trabajo de Leonardo da Vinci (1452-1519). La teoría más aceptada gira en torno a que la modelo fue la tercera esposa de un próspero comerciante de Florencia, Italia que se llamó Francesco del Giocondo Zanobi y cuyo nombre era Lisa Gherardini. El título alternativo de la obra es Gioconda, que corresponde al apellido del esposo que encargó la creación del retrato. Lo cierto es que si bien el pintor cobró por adelantado y proyectó la finalización para un lapso de 4 meses, se considera que tardó 4 años en culminarla, para quedar tan prendado de la pintura que el autor la conservó toda su vida, hasta que tras su fallecimiento le fue heredada a uno de sus asistentes conocido como Salai, pero cuyo nombre era Gian Giacomo Caprotti Oreno.
Para 1530 la Mona Lisa formaba parte de la colección real de Francisco I de Francia; pero en 1789, con la Revolución Francesa, el palacio del Louvre se convirtió en museo y fue entonces que la pintura fue mostrada al público para su exhibición.
Posteriormente Napoleón Bonaparte (1769-1821) al proclamarse emperador de los franceses en 1804, pidió que pusieran la pintura en sus aposentos hasta que terminó el imperio napoleónico, lo que condicionó que la regresaran al Louvre, hasta su robo en 1911, llevado a cabo por Vincenzo Peruggia, quien había trabajado en el museo, conocía a la perfección la disposición de las salas de exhibición, todas las entradas y salidas así como la arquitectura del edificio.
Lo primero que se podría imaginar es que el atraco llevó como fin el vender la pintura para obtener un beneficio económico; sin embargo esto se ha descartado pues guardó celosamente la obra durante dos años y cuatro meses después, tiempo en el que hizo un viaje a Florencia para ofrecer el cuadro a la galería de arte Uffizi sin otra intención que regresarla a Italia, pues siendo Leonardo Da Vinci su compatriota, imaginaba que ésa obra que amaba con una pasión indescriptible, les pertenecía (aunque seguramente ignoraba que había sido hecha en Francia). Cuando llegaron dos representantes de la galería (Alfredo Geri y Corrado Ricci), a sabiendas de que era la Gioconda, pidieron llevarla con un perito a lo que Peruggia no se opuso. Fue entonces que la entregaron a la policía y se llevó a cabo el arresto del ahora célebre ladrón, el 13 de diciembre de 1913, hace exactamente 98 años.
Obviamente los italianos consideraron este hecho como un acto nacionalista y genuino; sin embargo regresaron la obra a Francia, después de haberla exhibido en Roma, Florencia y Milán.
Vincenzo Peruggia fue juzgado, pero al demostrar que su acción obedeció al amor por la pintura y el vehemente deseo de devolverla a Italia, fue considerado un héroe trágico y lo condenaron solamente por un año en prisión.
Lo cierto es que este robo generó una paranoia entre los franceses que llegó a extremos insólitos, como culpar al pintor Pablo Picasso (1881-1973) y al poeta, novelista y ensayista Guillaume Apollinaire (1880-1918) del hurto.
Más aún, ahora para ver a la Mona Lisa es necesario acudir apretadamente a una sala especial en el museo Louvre, tras un vidrio blindado de 40 mm de espesor.
No la he visto más que en fotografías de alta definición. Para algunos será un sacrilegio el que no me emocione en particular ver esta obra en las condiciones actuales. El rostro sin cejas ni pestañas, de una palidez que sobresale del paisaje lejano, con un trabajo que se puede ver en acercamientos y que muestra una innumerable cantidad de capas de pintura entre el craquelado que ha dejado el tiempo y los distintos tonos que armonizan en toda la composición, hace ver un trabajo arduo y de una calidad artística notable; pero hay otras obras pictóricas que me emocionan más. Los estudios anatómicos del mismo Leonardo, por ejemplo, me parecen considerablemente sorprendentes, aunque acepto ser un ignorante del arte.
Pero en el caso de La Mona Lisa, contrariamente a su autor quien mientras creía que aprendía a vivir, realmente aprendía a morir, las condiciones de su robo y todo lo que se ha creado a partir de esto, nos hace ver que vive en un aislamiento que no nos permite observarla tan cerca como uno quisiera, como si ya hubiese muerto en la reclusión de su protección.
José Gabriel Ávila-Rivera es médico egresado de la BUAP, especialista en Epidemiología e investigador del Proyecto de Salud Ambiental y Humana, Departamento de Agentes Biológicos, Facultad de Medicina de la BUAP.
Publicado originalmente en Saber Sin Fin el 12 de diciembre de 2011