6 de noviembre de 2019
Tenía un mensajero el olvido.
Era un potro de luz pero sombrío
por mi pubis transparente, con mi sangre a tientas
y su frialdad inaugurada de repente.
Y tenía un heraldo, su futuro.
Como yo lo quería desarmada y a ciegas,
tuvo patria mi anemia.
Tenía ciega la traslúcida piel.
Y él un antiguo protocolo de inercias.
Todo su miedo engendra arañas grises.
Y yo instauré un corazón de caña y vino
para atajar el golpe.
Él no me habla, sólo calla
y con épica pulcritud juega a no verme.
Mientras yo conozco cómo es el dolor,
su extraña pulsión y su naturaleza.
Aurora Olmedo
