domingo, 8 de septiembre de 2019

Cuando el cine creó la “mexicanidad”



- La Historia Jamás Contada -

Uno de los episodios más extraños de nuestra Historia es el relativo al origen del concepto de lo “mexicano” que  nos imbuyeron a través de las prácticas rituales “cívicas” (¿?) de la Escuela elemental, donde una serie de cosas bastante ajenas a lo propiamente escolar, tenían sin embargo preferencia sobre todas las otras.

Me refiero a canciones, bailes, representaciones y otras actividades simbólicas -incluido el uso de ropa y objetos- que no sólo sentíamos fuera de lugar, sino que no nos aportaban eso cualitativamente diferente que pensábamos encontrar allí. Añádase a eso que nos tocó el Plan de Once Años, cuando el designio del Supremo Gobierno era convertirnos a todos en artesanos, sin tomar en cuenta lo que pudieran ser nuestros propios proyectos individuales de vida, como se dice ahora. (Yo, por ejemplo, quería ser científico.)

Pero esta práctica ya para entonces standard en la Educación pública, tenía el propósito bien definido, como lo han venido elucidado múltiples estudios académicos -aunque personalmente lo fui intuyendo desde la adolescencia-, de volvernos conformistas, indolentes, convencidos de que todo iba aceptablemente bien, pues finalmente éramos mexicanos y “como México no había dos”, aunque a veces, comparándonos con otros pueblos, termináramos un poco frustrados a pesar de todo.

Pero no sólo en referencia al exterior, sino aquí mismo, en nuestra propia vida cotidiana, éramos conscientes de muchas cosas que podían ser mejoradas o incluso cambiadas con tal de llevar una vida más plena, conseguir mayores satisfacciones, alcanzar metas más altas –o siquiera metas-, intuyendo que debía haber otras formas de ser y hacer cualitativamente diferentes a las que nos mantenían, como una fatalidad, en las mismas lamentables condiciones materiales y existenciales, por más que nos esforzáramos tratando de superarlas –acudiendo a la Escuela, por ejemplo-, pero sin llegar a identificarlas.

Aquí es donde cobra toda su importancia el aparato ideológico, tanto oficial como oficioso, del que forman parte el radio, el cine, la televisión y similares, es decir, los medios masivos, que llegan a todos lados con el mismo mensaje: “no hay salida, así es y ha sido siempre la Vida… y no queda más que resignarse”. Pero este aparato tiene un apartado, la CULTURA, destinada a nutrir la imaginación, es decir, mostrar otras posibilidades, aunque no estén presentes aquí y ahora. Y es precisamente en éste donde el Estado ha alojado a la MEXICANIDAD.

Sí, en el imaginario social, el conjunto de imágenes comunes a todos que nos indican lo que es posible y lo que no, los límites en cuanto a lo que podemos o no hacer, pensar, desear, etc. Por eso, mientras no modifiquemos ese imaginario, todo lo que hagamos o dejemos de hacer, nos dejará en el mismo punto que estamos: nuestra maldición nacional de Sísifo.

¿Y qué tiene que ver el CINE con todo esto? Pues que durante la llamada “Época de Oro” y para alimentar esta industria cultural, se desarrolló, fijó y distribuyó masivamente la idea que tenemos de “mexicanidad”: no otra cosa que un nacionalismo de comedia ranchera, con todos los estereotipos de ésta, desde el Charro cantor y su ambiente (público), hasta los comportamientos privados e incluso íntimos de sus personajes. Un campo de investigación apasionante que arroja luz sobre una supuesta idiosincrasia que nos mantiene en una situación aparentemente sin salida.

Como dije anteriormente, hay estudios detallados sobre esto, sólo es cosa de buscarlos en la Red. Uno que personalmente encontré adecuado por brindar una buena definición y campo del tema es el titulado LA ÉPOCA DE ORO DEL CINE MEXICANO: LA COLONIZACIÓN DE UN IMAGINARIO SOCIAL.

 A ver qué les parece.


Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad  Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: www.scielo.org.mx