miércoles, 17 de julio de 2019
¿Alimento para el alma? (poema)
15 de julio de 2019
“Creo en Jesús y su filosofía, pero detesto las mentiras del clero”
Dar por alimento del alma la culpa y el pecado
haciendo de éste paraíso el mismo infierno,
es hundir al hombre en el fango cruel en que lo asfixia
el indómito peso de una lúgubre tradición mortuoria,
donde el remordimiento es el eterno pan de cada día.
Esclavizar lo humano bajo el infame e inmundo yugo
de ésas diez obligaciones que, tras el velo de lo negativo,
imperan a hacer justamente lo contrario.
Evidente devoción a una crueldad eterna
que se alimenta del sufrimiento en una culpa colectiva…
Y, sin mayor opción, que idolatrar símbolos cosificados,
para, bajo la esperanza de la fe, “facilitar” la vida
intentando siempre sembrar milagros para alcanzar,
con sacrificios inhumanos , un cielo ausente.
Y un sinfín de prohibiciones te hace más carcelaria todavía.
Contradicciones evidentes: ¡negar otras opciones
pero teñir de pedofilia tu sotana!
Y ante todo marginar a la mujer a un segundo plano
enclaustrarla eternamente al esclavismo de un convento
¿Acaso tu mesías no nació de una mujer?
Y con ése canto de sirena dormir la consciencia
de los hombres obligándolos, eternamente, a persignarse
mientras en el fanatismo se cierran la puerta a las alturas.
Escatología que sembrada de terror hará habitar,
y sin opción alguna, la condena eterna
sin poder fugarse de un perpetuo sufrimiento
en el que, desde la infancia les bautizan,
para no poder escapar bajo el sabor de la amenaza.
¿Cómo despertar al hombre de ésta infame pesadilla
cuando no basta desnudar la historia donde la bestialidad
no puede esconderse en forma alguna?
Asesinatos que, alimentados de un evidente obscurantismo,
tiñen tus altares pretendiendo acrisolar a los otros,
cuando la santidad de tu denigrante crueldad
es la ofrenda que rindes en nombre de tu Dios:
evidente sublimación de toda carencia de placer
en que, voluntariamente, tus ministros se someten
para existir en un voluntario infierno patológico:
cuerpos torturados sobre el perfume de una hoguera,
desmembrando con toda saña a los que intentaron
salirse de tus garras. Asesinar pueblos y culturas
para sembrar tu cruz marcando como propiedad
la libertad del hombre mismo… y cual ganado,
simbólicamente y con ceniza, sellar la frente de tus fieles.
Clara evidencia de la ambiciosa hambruna que te hostiga.
¿ Hay acaso mayor aquelarre que tu misma historia
Esa infame crueldad que nunca logrará lavarse
ni en un océano de tu misma agua bautismal.
Herejías y símbolos paganos bañados del esoterismo
que pretendías borrar ahora están arraigados
en la sombra de tu misma idolatría.
Y ¿hasta cuándo la misma historia habrá de calificar
tu camino como evidente crimen de lesa humanidad?
Pero si acaso existe un Dios en las alturas ten por cierto
Que la empírea puerta te la habrás cerrado eternamente.
Juan Carlos Martínez P.
(El monje hereje)