- La Historia Jamás Contada -
Una de las primeras interrogantes en formularme acerca de la
Política real, más acá de la prosopopeya de ideólogos y tratadistas, dados a
remontarse al Olimpo de las ideas puras antes que ocuparse de los escuetos
HECHOS observables aquí abajo, fue la de por qué el gobernante promedio deja
tanto qué desear a la inmensa mayoría de sus gobernados, sean cuales fueren los
intereses concretos y la posición que éstos ocupen en la sociedad.
¿Por qué –me preguntaba- casi la totalidad resultan malos –si
no es que peores- cuando, por sentido común, tendría que darse una distribución
más o menos uniforme a lo largo del tiempo, de todas las posibilidades y
modalidades de desempeño? ¿Será que existe un mecanismo de selección, tal vez
inconsciente, que sólo permite el ingreso y eventual ascenso al Poder del tipo
de político que padecemos, perdón, conocemos?
Tratando de dar con alguna pista significativa, mi siguiente
movimiento fue preguntarme entonces sobre cuál podría haber sido el desempeño
escolar del futuro político en los distintos niveles, en qué materias o
actividades específicas habría descollado, etc. Cosas todas que un poco de investigación
podría traer a la luz y, entonces, tratar de correlacionarlas con su actuación como
gobernante. (Nótese que no hago énfasis en las “cualidades morales” –tan amadas
por algunos “teóricos” (¿?) contemporáneos- por ser bastante irrelevantes a la
hora de obtener resultados prácticos.)
Continuando sobre esta línea de pensamiento, la siguiente
pregunta era tan lógica como inevitable: ¿Por qué, si para desempeñarse como
médico, abogado, ingeniero o, en general, cualquier profesión que tiene un impacto social,
hay que ESTUDIAR en establecimientos y con personal especializado, e incluso
obtener una licencia o certificación antes de poder ejercerlas, sin embargo,
para ser gobernante, simple y sorprendentemente NO? Algo bastante extraño, ¿no creen?
¿Por qué el ejercicio del poder político sigue siendo
considerado un tabú, sólo accesible a ciertos elegidos, iluminados o
predestinados cuando, en los hechos, no es mucho más que una actividad
eminentemente TÉCNICA, susceptible de ser investigada –researched-,
sistematizada, optimizada y, más importante aún, enseñada como cualquier otro cuerpo de conocimiento?
Esto garantizaría un mínimo de idoneidad en los aspirantes a
gobernar, que al menos sabrían a grandes rasgos de qué se trata y dentro de qué
límites -naturales e históricos- es factible, más allá de fantasías, anhelos
insatisfechos o deseos inconfesables que, sin contar con un punto de comparación
cualitativamente diferente a las acostumbradas –e interesadas- lisonjas de sus
cortesanos, pueden provocar verdaderos desastres sociales al tratar de forzarlos
dentro de la realidad.
También podrían los wannabes de gobernante tomar conciencia de la cantidad, variedad y
profundidad de conocimientos particulares necesarios para realizar su trabajo,
que los llevaría a elegir con más cuidado a sus empleados, colaboradores, consejeros
y asesores.
Pero, más importante aún, sería que podrían adquirir el hábito de CONOCER
-minuciosamente y de primera mano hasta donde sea posible- lo que está sucediendo en su jurisdicción:
todos esos “pequeños detalles” que conforman DE HECHO la vida cotidiana de sus conciudadanos
y le dan su CALIDAD ESPECÍFICA.
Considerando lo anterior, resulta verdaderamente curioso que esta idea de una Carrera
Profesional –universitaria, se entiende- de Gobernante, con todo y su patente
NECESIDAD SOCIAL, sea algo que jamás se les haya ocurrido a tanto REFORMADOR
EDUCATIVO como ha habido...
¿POR QUÉ SERÁ?

Imagen: monsieurdevillefort.wordpress.com