martes, 5 de febrero de 2019

El soplo de Euterpe: La estética en la música



Y el silencio vaga en medio de la noche 
Tenysson

La experiencia con la música, de acuerdo con Cioran, nos conduce al paraíso. No directamente, la llave para ingresar es nuestra propia historia.  La experiencia estética frente al arte constituye un encuentro místico, intemporal y fuertemente ligado a los elementos de la sensibilidad personal. Berlioz detestaba la música de Mozart y la calificaba de pueril y efectista.
A muchos otros, Mozart es sinónimo de sublime trascendencia. He aquí, pues, extremos sobre experiencias diferentes que se bifurcan sin encontrarse.  El arte se presenta, en tanto obra humana,  como una revelación de la sensibilidad, la cual a su vez, constituye la estructura de un yo histórico y un yo simbólico. El arte, como el devenir de la vida, se muestra en una totalidad caótica y por ende, lo imprevisto y el azar juegan un papel preponderante. El arte es al mismo tiempo caos y orden. Luz y obscuridad. 

Decía Nietzsche que la música expresa la emoción, el poder emocional de estadios de la sensibilidad. El propio Nietzsche reflexionaba, tal como lo hiciera Copland un siglo después, creer que una obra musical puede ser expresión de alegría, dolor, tristeza, amor,  esperanza o cualesquiera otros sentimientos, es una representación personal que no tiene ningún vínculo con la obra como tal. La música no expresa, pese a la música para el cine, creadora de atmósferas temáticas, ningún género determinado de sentimientos. Es nuestro yo, la lectura de la realidad a través de nuestra historia personal, quién llena de atributos o asociaciones a la música. El contenido estético, por tanto analítico,, penetra en el mundo filosófico, el arte, entonces es reflexión, desprendimiento de la visión personal y aceptar la vivencia, sin más, de enfrentarse a una obra. 

Las sociedades llamadas occidentales, han construido un sistema estético que se remonta a tiempos pre pitagóricos en que se pensaba en un orden cósmico, al tiempo que una representación microcósmica del mundo. La música sacra que fue el telón de fondo musical durante la edad media y el renacimiento europeo, constituyó la base para ordenar el cosmos y dar sentido a la presencia de Dios. Sin embargo, en el siglo XVIII los criterios musicales y estéticos cambiaron. El sentido barroco de la vida suplantó la corriente principal que había permeado Europa y nació la Teoría de los Afectos. Afecto, en este contexto, significa una senda que divide el estado de ánimo personal y la pasión. La música compartía ambos sentidos de la naturaleza humana. Los afectos, podían capturar y transmitir experiencias humanas como el amor, la furia, los celos, la muerte. Durante el siglo XVIII, la música deja los elementos sagrados que le habían arrastrado con el pesado yugo religioso, a formas más libres, más humanas.  Es tiempo de los grandes dramas que encuentran en la ópera su mayor sentido con al apego al texto y las acciones trágicas o dramáticas. La música sin palabras, ocupaba un lugar secundario, una visión mutilada de la realidad musical.  

La estética musical es una experiencia personal, intransferible, inexplicable. Es nuestro propio drama el que debate con la obra un diálogo áspero y amargo. Desesperadamente tratamos de ver agua, viento, fuego y tierra donde sólo hay sonidos lógicos. La música es., la música sucede. Escribía María Zambrano: la música no tiene dueño, pues los van a ella no la poseen nunca: han sido primero poseídos por ella y después iniciados” 

La música es andar hacia la luz, la música  no rompe el silencio, teje sobre el continuo y frio espacio el telar mágico de la experiencia que es un instante y desaparece,  abre ventanas para asomarse al cosmos invisible. 

Mientras escribo escucho la Sinfonía quinta de Anton Bruckner, dirigida por Celibidache. Las cuerdas trazan un arco majestuoso que repliega las sombras, las tenues luces del cielo parecen agrandarse y flotar sobre la poderosa armonía.  Fuera de mi las cosas desaparecen, dentro de mi, el universo se llena de luz, un cosmos contenido en un microcosmos. Si, la música transforma, ilumina el sendero de la vida, hace crecer el misterio del silencio.. 

Recomendaciones: 
-Anton Bruckner. Quinta Sionfonía. Si mayor. Munchen Philarmoniker Orchestra. Director: Sergei Celibidache. 
-Ralph Vaughan Williams: The Lark ascending. Hillary Kahn violin, Enescu Festival Orchestra.

Alejandro Rivera Domínguez, miembro de la Asociación de Estudios del Pleistoceno. Correspondencia: kosmospuebla@yahoo.com.