El sillón del dentista, la silla eléctrica y una historia real, aunque un cuento parezca (Artículo)
18 de octubre de 2018La imagen de un dentista es anclada al costado de su sillón. Sillón que a lo largo del tiempo ha ido evolucionando, siendo cada vez más cómodo y cargándose de carísimos aparatos a cual más nuevo, más indoloro, más complejo y más eficaz. Es así como allá por el 1881, un dentista, que había sido antes ingeniero naval, en la ciudad americana de Buffalo, al salir de su trabajo vio como una persona accidentalmente hizo un mal contacto con un generador eléctrico, y recibió tal calambrazo que instantáneamente y sin un ¡ay! la muerte le sorprendió.
El dentista quedó sobrecogido, y debido a su formación técnica de ingeniero y a su trabajo dental al lado de un sillón sacó importantes conclusiones. Cualquier otro mortal hubiese dirigido sus pensamientos hacia el aislamiento de aquellos generadores asesinos o a la forma de impedir el contacto de humanos con sus zonas peligrosas, pero aquello seguro que no hubiese hecho que su nombre quedase grabado en la historia. Alfred P Southwick, que era su nombre, fue mucho más lejos y por ello se le recordará.Su lúcida conclusión fue que la electricidad en un sillón semejante al dental podría llegar a ser la mejor y más humana manera en la que un condenado a muerte sería matado de una forma limpia, silenciosa, eficaz e indolora, y no como hasta entonces en Nueva York, en la horca, con tantos y tan desagradables efectos colaterales. Alfred se puso en contacto con el Senador del Estado David McMillan que aplaudió la idea y juntos hablaron con el Gobernador David B Hill, que comenzó a trabajar sobre la posible legalidad del cambio de método y de la forma en la que la electricidad, tan moderna y tan reciente todavía en aquellos momentos, iba a reemplazar con el mayor éxito al dogal.
En 1886 se da el espaldarazo a la silla al dictarse el Decreto de legislatura nº 352 de las Leyes de ese año, con el título siguiente: “Un acto para autorizar el nombramiento de una comisión para investigar e informar a la legislatura el método más humano y aprobado para llevar a cabo la sentencia de muerte en casos de muerte.”
En 1888 aparece el informe elaborado por Elbridge T Gerry, el Dr Alfred P Southwick y el juez Matthew Hale en el que se revisan las distintas formas de matar legalmente y en el que se da preeminencia para la silla eléctrica. A mediados de 1889 Harold P Brown, inventor empleado de Edison, y el Dr. Fred Peterson presentan trabajos experimentales en animales demostrando que la corriente continua no sirve pero sí la alterna para producir la muerte rápidamente. Establecen que una manera segura de electrocutar es dar necesariamente dos choques de corriente alterna, un primero de 1000 V en el que se pierde la conciencia y puede llegar la muerte; y un segundo, de 2000 V en el que desaparecen las dudas. Durante estos meses Edison monta distintos saraos que culminan con la compra a la empresa de Westinhouse, en contra de la voluntad de éste, de tres generadores de corriente alterna que se dedicarán a nutrir de mortalidad a la silla eléctrica.
El 6 de Agosto de 1890 William Kemmler, un frutero ambulante de 30 años hijo de emigrantes alemanes alcohólicos y luteranos por matar a su amante con un hacha es el primer ejecutado en la silla eléctrica. Sus últimas palabras fueron: “No temáis por mí, no gritaré, no lloraré ni molestaré, pues sé a dónde voy y es el lugar al que quiero llegar” Nuestro dentista el Dr. Southwick que presenció la ejecución dijo: “Hoy es un día importante pues la humanidad ha subido un peldaño en su nivel de civilización” George Westinghouse, sin embargo comentó: “Más les hubiera valido haber utilizado un hacha”.
Museo de Odontología BUAPImagen: Internet