- La Historia Jamás Contada -
Es de lo más natural, durante una contienda de cualquier
tipo -en este caso, ELECTORAL-, que los partidarios de cada participante tiendan,
llevados por el entusiasmo, pero siempre dentro del juego que finalmente es, a
denostar a los de sus adversarios e incluso a estos mismos, a veces hasta
pasándose un poco -o mucho- de la raya.
Es “natural” en tanto que, prevaleciendo la emoción, poco queda
por hacer a la razón como no sea advertir al propio exultante -o insultante-
seguidor, de las reacciones que su comportamiento está generando en sus también
exaltados antagonistas, lo que no deja de ser una señal de alerta para el
observador avisado, como debieran serlo, entre otros, los periodistas profesionales
que cubren la noticia.
Pero no es éste ahora el motivo de mi preocupación, sino los
visos de FANATISMO casi -o tal vez ya- “religioso” con que una parte del
electorado, sistemática e inexorablemente, no sólo se adhiere sentimentalmente
a lo que sea afirme o niegue “su” candidato, sino que también se rehúsa a, cuando
menos, considerar seriamente -es decir, no en plan de burla- las propuestas de
otros, aunque no sea en términos de igualdad a las que ya tiene por “correctas”
e inatacables, una especie de REVELACIÓN.
Y esto, por supuesto, junto a la característica actitud de
see no evil alguno en el líder, favorito absoluto, objeto -según ellos- de la
inicua maledicencia de sus Enemigos que se esfuerzan, aunque en vano, por
evitar su inexorable ascenso al Poder y el cumplimiento de la profecía. Porque,
así como están las cosas, debe haber una profecía, como corresponde a una RELIGIÓN
en toda forma. ¿O no es eso todavía?
Lo anterior nada tiene de irónico o humorístico: simplemente
describe el estado de ánimo que prevalecía al momento del surgimiento de los
distintos FASCISMOS históricos, comenzando por el italiano de hace casi un siglo,
que entronizara a Benito Mussolini, cuando una crisis social generalizada hizo
que una masa suficiente de la población literalmente se entregara al carismático
demagogo con la esperanza de ver retornar los días de gloria -en su caso, de la
antigua Roma-. El resto es Historia.
En este párrafo sólo se aprecian tres constantes del
Fascismo: el guía carismático, un ideal nacionalista trasnochado y la ENTREGA incondicional de la masa -su elemento indispensable, por cierto-, pero siendo un tópico abordado por la Academia prácticamente
desde el principio, hay bastante literatura especializada al respecto y desde distintos
enfoques enfatizando, cada uno, los distintos aspectos del fenómeno, que de
ninguna manera ha perdido actualidad.
Personalmente, el que considero más relevante para este
momento, es el que lo equipara a una religión que, aunque laica, presenta manifestaciones
psicosociales similares a las de una tradicional, pudiendo evolucionar -o degenerar,
según se vea- en el mismo sentido que ésta, con sus indeseables consecuencias para
una sociedad ya secularizada, cuando menos formalmente. (Al respecto, un ensayo
reciente y bastante accesible es el de Franco Savarino Roggero titulado:
FASCISMO Y SACRALIDAD, que aporta además una conveniente bibliografía.)
Como afirmé en un artículo anterior, las Elecciones son un
asunto de la mayor gravedad: sólo tratemos de ubicarnos en un camino que tenga RETORNO.
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Imagen: deuxpression.wordpress.com