miércoles, 2 de mayo de 2018

Manual del buen gobernante, una lectura obligada para candidatos (Artículo)


30 de abril de 2018

No existe un solo ser humano que no tenga la tentación de sentirse importante y, en ese caso, los principales errores conductuales cometidos son inconscientes, uno no se da cuenta, debido a que no nos podemos ver a sí mismos.

Aunado a esto, casi no existe quien tenga el valor de hacerte ver tus errores debido a que a nadie le gusta que le digan en qué está mal. De igual forma, no hay quien tenga la capacidad de escuchar pacientemente sus “cosas” negativas sin enojarse y, mucho menos, de agradecer que se las digan.

Hace algunos años atrás, cuando recientemente había terminado la carrera de Ingeniero Agrónomo, en la Universidad Autónoma Chapingo (UACH), inmediatamente fui invitado a ser profesor en la misma institución; estos hechos, por sí solos, hacían que me sintiera el ombligo mismo del mundo.

Tres años más tarde, fui nombrado Jefe del Departamento de Empresas Agropecuarias de la UACH, mi primer cargo importante después de ser “nombrado” Profesor-Investigador, lo cual generó una mayor transformación personal. Muchas veces, uno piensa que esto sucede por la capacidad individual y olvida los impulsos recibidos. 
Habían pasado apenas tres meses de mi nuevo “cargo” en la universidad cuando un día, la secretaria de la Dirección General del Patronato, Graciela Gutiérrez, con gran valor, me cuestionó: “¿Qué te pasa?, apenas llevas tres meses en el cargo y ya caminas, hablas y truenas los dedos como el Director General, muchos de tus compañeros ya te dicen el “directorcito”, puntualizó.

Tras escuchar y luego reflexionar esto, concluí que todo era cierto, agradecí el hecho y desde entonces adopté una forma mesurada de comportamiento. Desarrollé la capacidad de escuchar y de observar e incrementé mi capacidad de reconocer a los demás. Sabedor de que todos somos diferentes y todos somos buenos en algo, también dejé de competir contra los demás y decidí competir solo contra mí.

Supe muy pronto que nada es tuyo hasta que no lo tienes en la mano; que no se te pueden “quemar las habas” y empezar a querer tomar decisiones cuando aún no has llegado; que no puedes decir “este arroz ya se coció”, porque puede pasar que se te queme o quede aguado. Y, finalmente y como dice el dicho, “no pueden hacerse planes con potro en panza de yegua”.

Cada gobernante debería saber que el poder es para servir a la gente atendiendo sus principales necesidades y reclamos, haciendo un equilibrio entre los deseos y las necesidades, atendiendo lo urgente sin dejar de atender lo importante.

En política existen tres opciones: la primera, hacer un buen gobierno, el cual se logra con atender las principales necesidades y la seguridad, lo cual ya es mucho decir; segunda, hacer un gran gobierno atendiendo la seguridad e impulsando el desarrollo económico; y, por último, y desde mi perspectiva la mejor, dejar un legado de servicio que se recuerde muchos años después de dejar el cargo o de existir y que ayude a que cambien las estadísticas actuales.

Es necesario también revisar lo realizado, tomar lo bueno y modificar lo que no funciona, pero no haciéndolo porque se tenga que hacer o con un sentimiento de odio pues eso nunca lo hará un mejor gobernante. Este tipo de cosas son las que hay que decidir.

Tampoco nunca diga: “me encontré con un cochinero, ahora si lo vamos a hacer bien, o el muy socorrido dicho, “aquí mando yo, ahora si vamos a trabajar”.

Y, es así que, para no cansarlos con mis anécdotas y creencias, hoy quiero compartir con ustedes y con todos los candidatos a cargos públicos, algunos conceptos del Manual Hindú del Buen Gobernante, escrito por Firdaus Jhabvala, y publicado por la Editorial Transfondo y el Centro de Estudios de Investigaciones del Sureste , el cual consta de 3 capítulos con 51 títulos temáticos principales.

Este manual dice que los seis atributos de un rey son: el discurso inteligente, la imaginación, la inteligencia, la buena memoria, el conocimiento de la ética y el conocimiento de la política.

Un rey deberá hablar con palabras de bondad, pues uno que pronuncia palabras de enojo, está destruido por su propio discurso. Un rey que culpa a otros está destruido por su propio pensamiento negativo. Además, uno debe de hablar de uno mismo, de las propuestas y objetivos de servicio hacia los semejantes y no perder el tiempo hablando de los otros competidores.

Es bien sabido que un conocimiento pequeño se incrementa cuando es usado para el bienestar de otros.

El hombre superior se alegra y no se encoleriza cuando oye de sus faltas. Se esfuerza en descubrir sus debilidades y las supera cuando son señaladas por otros.
Otro punto a comprender es que, antes de perder el objetivo, honor y gloria, uno debería sacrificarse por dignidad y humildad si se realiza el propósito deseado ya que, es una tontería perder el objetivo por el honor y la gloria.

Tampoco busque el consejo de demasiadas personas, porque ello conduce a la confusión. Cuando las opiniones iniciales son divergentes pero la conclusión es unánime, se obtiene un consejo mediocre.

Hay que tomar en cuenta que, un acuerdo de opinión expresado por una mayoría, es más poderoso que el rey.

En esta época de campañas políticas, El Manual Hindú del Buen Gobernante, puede ser una herramienta de cabecera que evite muchos dolores de cabeza y que, al mismo tiempo, evite esa transformación que comúnmente percibe la gente en las autoridades como el “ya se le subió”.

Pero, fundamentalmente, este manual puede ayudar a lograr la dignificación y revaloración de la política, para aplicarla en su concepto y dimensión correctos, pues hoy en día estos valores y conceptos, están bastante extraviados.

¡¡Qué ganen los mejores!!

Alberto Jiménez Merino. Ex Rector de la Universidad Autónoma Chapingo.