DEDICATORIA: Para mi Dramatis Personae
Dice el Diccionario (RAE, 2014) que el INCIPIT es “en las descripciones bibliográficas, las primeras palabras de un escrito o de un impreso antiguo”.
Si llegáramos a considerar que el año, cualquier año nuestro, el año 2018 que comienza mañana, es un libro en el que escribimos (con actos, pasos, pensamientos y sentimientos) el texto de la vida, en las primeras palabras ( es decir, en el INCIPIT) de ese libro de 365 páginas estaría contenido el sentido total de la obra.
Porque en esa primera semana o en ese primer día o incluso en ese primer minuto del año nuevo, es decir, del libro nuevo que nos ha sido regalado por Alguien, están contenidos los elementos, o partículas elementales, de todo ese grande y pequeño universo de 12 capítulos.
En el INCIPIT está el mecanismo narrativo y patético (de “pathos”, pasión) del libro 2018 de nuestra vida. Es el locus textual en el que está condensado el sentido, es el vértice discursivo en el que coinciden lo dicho en la primera página y lo potencialmente decible en las 364 páginas restantes.
Aquí debo señalar que nuestra vida se puede representar como una pequeña biblioteca que contiene tantos libros como años hemos vivido y que, como se colige, los títulos de cada uno de esos libros se corresponden con el INCIPIT de cada uno.
Ahora, si ya he asentado (enigmáticamente) que el INCIPIT se escribe “con actos, pasos, pensamientos y sentimientos”, cómo transferir o traducir, esos elementos pre-lingüísticos (o ¿serán post-lingüísticos?) a palabras. Muy simple. A través de la interpretación.
Por ejemplo, tenemos frente a nosotros al señor Jonathan Pérez (según el INEGI son el nombre y el apellido más frecuentes en las actas de nacimiento del Registro Civil) que en los primeros minutos del año 2018, digamos que en el minuto número 6, conduce, a toda velocidad y en estado de ebriedad, un camión Ford que pertenece a la empresa para la que trabaja, una que se llama, es un decir, “Agua Tláloc”.
Don Jonatán se pasa el rojo del semáforo y se coloca peligrosamente detrás de un Chevy en el que viaja una joven familia nuclear, papá, mamá y bebé, y les toca el claxon “mentándoles la madre”.
He aquí un paradigma, un modelo narrativo, que contiene, en germen, un INCIPIT. ¿Cuál sería la posible formulación lingüística de éste? Debe ser una oración simple. Tal vez la siguiente: “Jonatán es un miserable que sufre y que intenta destruir la vida”.
De manera complementaria, aunque por supuesto, con el signo contrario, podemos decir que el título de la oración conocida como el “Padre nuestro” es su INCIPIT.
O que, “Pacem in terris” (que traducido del latín al español sería “La paz en la tierra”) es el de la encíclica del papa Juan XXIII. Transcribo, para tu solaz amigo lector, a continuación, los primeros tres ítems de este documento pontifical.
“La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios.
“El progreso científico y los adelantos técnicos enseñan claramente que en los seres vivos y en las fuerzas de la naturaleza impera un orden maravilloso y que, al mismo tiempo, el hombre posee una intrínseca dignidad, por virtud de la cual puede descubrir ese orden y forjar los instrumentos adecuados para adueñarse de esas mismas fuerzas y ponerlas a su servicio.
“Pero el progreso científico y los adelantos técnicos lo primero que demuestran es la grandeza infinita de Dios, creador del universo y del propio hombre. Dios hizo de la nada el universo, y en él derramó los tesoros de su sabiduría y de su bondad, por lo cual el salmista alaba a Dios en un pasaje con estas palabras: ¡Oh Yahvé, Señor nuestro, cuán admirable es tu nombre en toda la tierra! Y en otro texto dice: ¡Cuántas son tus obras, oh Señor, cuán sabiamente ordenadas! De igual manera, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, dotándole de inteligencia y libertad, y le constituyó señor del universo, como el mismo salmista declara con esta sentencia: Has hecho al hombre poco menor que los ángeles, Le has coronado de gloria y de honor. Le diste el señorío sobre las obras de tus manos. Todo lo has puesto debajo de sus pies”.
Ahora realicemos el siguiente ejercicio de razonamiento analógico, y preguntemos:
¿Jonatán respeta “el orden establecido por Dios”? (Ya sé que pudiera parecer un despropósito sugerir que los semáforos son representaciones de la Providencia Divina pero recordemos que en la tragedia Edipo Rey, de Sófocles, la Hamartía ocurre, es suscitada por la transgresión de las normas elementales de vialidad: Edipo asesina a su incognito padre por una disputa de tránsito en una vía estrecha)
¿Jonatán posee la inteligencia, la libertad y la dignidad intrínseca que le permiten descubrir el orden divino y cultivarlo?
¿Jonatán posee los tesoros de la sabiduría y la bondad de Dios?
¿Jonatán es un hombre poco menor que los ángeles, que vive coronado de gloria y de honor y que ostenta el señorío sobre las obras de Dios?
Amigo lector, finalmente te regalo la siguiente pregunta, es un instrumento auxiliar para que escribas tu INCIPIT 2018: ¿Jonatán Pérez, no será, acaso nuestro nombre oculto?
P.S. No olvidar que las últimas palabras de un texto se llaman EXCIPIT y que en nuestro esquema circular (kármico) del tiempo se unen principio y fin.
Roberto Martínez Garcilazo