miércoles, 6 de diciembre de 2017

Rompiendo las cadenas del miedo para fomentar la innovación


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Si la innovación es una de las tantas, o tal vez la más importante respuesta para, a mi juicio, vencer  la pobreza. La pregunta es ¿Cómo fomentar la innovación?


Las escuelas de todos los niveles, sobre todo las universidades y el sistema de educación pública, tenemos que trabajar en ello. Si bien la reforma educativa es necesaria y sabemos que se ha incurrido en prácticas poco éticas, que no es el caso discutir en este artículo, con el fin de conseguir una plaza laboral, pero además que todo ello en muchas ocasiones, diría yo en la mayoría de las veces, ha sido en detrimento del alumnado. Lo cierto es que la reforma educativa tiene que ser no sólo laboral, sino pedagógica.

Desgraciadamente también se ha vuelto política, cuando nada tiene que ver.

Es lamentable que en el México hoy, cuantas veces se han introducido nuevos formatos, nuevos esquemas de trabajo pedagógico, nuevas herramientas para el conocimiento… y los maestros no hayan colaborado por miedo. Y no lo digo como una censura a los maestros, más bien como un diagnóstico de lo que ha pasado y a la vez con respeto al gremio del cual formo parte, primeramente como licenciado en educación básica y ahora en mi labor de enseñanza superior.

Queridos maestros, tenemos que perder el miedo a equivocarnos. Permítanme repetirlo: Todos tenemos que perder el miedo a equivocarnos, tanto los alumnos al ensayar sus conocimientos, los maestros a crear nuevas formas de enseñanza aprendizaje, los padres, a que sus hijos no sigan un método establecido –vean la educación básica de Japón por ejemplo-.

Sólo así, venciendo la cultura del miedo a la equivocación es posible  cultivar un entorno creativo que dé paso a la innovación, a reinventar lo existente y poder convertirlo en nuevas fuentes de empleo, en productos que resuelvan la vida, en servicios que satisfagan las necesidades actuales y de las generaciones futuras.

Quitémonos además del miedo el egoísmo a que nos rebasen nuestros propios alumnos que vienen con actitudes y disposiciones diferentes.

Cuando un joven asume la novedad de los conocimientos que recibe con asombro y contrastándolos con sus experiencias previas o contexto de vida, surge un conocimiento significativo.

Es decir, tiene más posibilidades de aplicar de manera práctica las enseñanzas recibidas, pero también de transformar el entorno con su propia creatividad, apremiados por necesidades que generaciones atrás no se tenían. Permitamos que ellos mismos resuelvan el futuro de sus vidas, vislumbrando el futurizando el vertiginoso porvenir que les espera.

Los maestros tenemos que contribuir a que esto sea posible. Trastocar el orden de las cosas y permitir que los alumnos tengan opiniones propias, que se equivoquen, que inventen. La creatividad tiene que partir de ahí.

Por otra parte, también es necesaria la participación del Estado para fomentar la innovación: por ejemplo estimulando la inversión en innovación, permitiendo la participación global para abrevar del conocimiento de otras naciones, compartir el generado nacionalmente, logrando una vinculación real entre empresas y universidades; exigiendo prácticamente al Estado la urgente necesidad de invertir más en este rubro de la educación que nos tiene sumergidos en los peores lugares a nivel mundial.

A veces pensamos que todo está concluido, lo cierto es que cada día tenemos que construir el mundo que avizoramos y queremos tener; y saber que la innovación es el movimiento constante en el que tenemos que desenvolvernos desde el conocimiento y la transformación del entorno siempre cambiante y siempre nuevo, porque también es un ente vivo.

Así que empecemos por innovar nuestra forma de pensar.

Imagen: soyentrepreneur.com

Salvador Calva Morales es rector de la Universidad Mesoamericana.