- La Historia Jamás Contada -
Recuerdo lejanamente mi primera experiencia con los números, cuando la maestra de Primer Año nos enseñó a dibujarlos. A partir de ahí y durante todo ese nivel escolar, habríamos de entrenarnos en el cálculo aritmético mediante las llamadas “mecanizaciones” de las operaciones elementales: suma, resta, multiplicación y división de enteros, decimales y fracciones, junto a algunas aplicaciones sencillas como la Regla de Tres, que se enuncia “a es a b como c es a x”. Bueno, no en esta forma, que ya correspondía al Álgebra. (La cual, por cierto, no pude aprender por mí mismo durante las vacaciones antes de entrar a Secundaria.)
El objetivo no declarado de esta enseñanza era capacitarnos como contadores de tienda –shop bookeepers -, nada más. Aún así, era mucho comparado con lo que sabía hacer la mayoría de la gente. Pero de los objetivos, posibilidades y aplicaciones más ambiciosas de las Matemáticas, ni pensarlo, pues no lo hacían los maestros de Secundaria y menos los de Normal donde, en materia de Ciencias, se regresaba a la Primaria.
De sus alcances tuve conocimiento hasta 1974, ya fuera del sistema escolar cuando, irónicamente, me enteré del llamado “último teorema de Fermat” en un libro de texto gratuito –de los nuevos de entonces- en una Primaria rural de Oaxaca donde trabajaba una pareja de grandes amigos. Así que en cuanto regresé a Puebla, acudí de inmediato a la –ésa sí, benemérita- Biblioteca Franklin, donde “descubrí” la Teoría de los Números, que fue mi puerta de entrada al reino encantado de las Matemáticas Superiores –Higher Mathematics-.
(Al respecto, aunque desconozco el nivel académico que en este campo poseía el pueblo soviético en general, la serie de excelentes monografías publicadas bajo el título de LECCIONES POPULARES DE MATEMÁTICAS por la Editorial MIR, da idea de un enfoque cualitativamente distinto al puramente artesanal de aquí.)
Seis años después de este primer contacto con las Ciencias matemáticas, un amigo, brillante estudiante de Física en la Universidad pública local, me preguntó por qué yo podía formular teoremas mientras ellos, que hacían ya una carrera, no. La respuesta era obvia: porque los encargados de diseñar los Programas de Estudios, ya irremediablemente burocratizados, no deseaban sino CLONARSE en sus estudiantes, perpetuando así –tal vez sin proponérselo- su propia mediocridad profesional y la incultura matemática de la población.
Esta desventajosa situación institucional, condiciona hasta la fecha algunas prácticas viciosas, como la de tomar a las Matemáticas como mero entretenimiento, a la manera de DONALD –el Pato, no el otro- EN EL PAÍS DE LAS MATEMÁTICAS y el sinfín de acertijos, “curiosidades” y chismografía a que nos tiene acostumbrados la cultura de masas –divulgación “científica” (¿?) incluida- y el ése sí preocupante desperdicio del talento, entusiasmo y esfuerzo de tanta gente joven, en frívolas competencias y concursos que, como los artísticos, deportivos y “cívicos” –de escoltas, contingentes, himnos, tablas, etc.- escolares, sólo sirven para alimentar la vanidad de organizadores y Autoridades, pero que nada aportan al crecimiento personal de los dotados o predispuestos hacia las Matemáticas que, en su inmensa mayoría, jamás las retomarán, quedándose en el montón que las ignora “olímpicamente”.
Otra cosa sería de proporcionárseles tanto los medios materiales como la asesoría –couching-adecuada para desarrollar verdaderamente su incipiente vocación científica que, en un tiempo sorprendentemente breve, comenzaría a dar sus frutos para bien de ellos y de TODOS nosotros también.
(Publicado originalmente en Sabersinfín el 22 de julio de 2017)
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
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