miércoles, 29 de noviembre de 2017

Odontología en la baja edad media en Europa occidental: siglo XIII – XVI: medicina botánica y remedios populares


No libres aun de la característica ignorancia y superstición de la Alta Edad Media, los doctores occidentales dependían todavía de la medicina popular y especialmente de los remedios botánicos, que se preparaban y administraban en multitud de maneras e introducían en el cuerpo a través de sus orificios. Una de las pócimas medicas más usada era la teriaca, antídoto universal originario de la corte de los Mitridates, rey de Ponto (gobernó entre 120 y 63 a.C.), quien deseaba protegerse de los envenenadores. Se dice que lo consiguió, alimentando patos con gran variedad de sustancias toxicas, e ingiriendo después su sangre. La búsqueda de fármacos polivalentes de este tipo continúo hasta el siglo XVIII. Una popular teriaca se componía de 230 ingredientes, entre ellos hormigas, gusanos y víboras secas.

Debido a su similitud con el cuerpo humano, la Mandragora officinalis era altamente valorada como planta curativa, Empleada por los antiguos babilonios y egipcios como narcótico, era recomendada en el siglo I por Celso que la hirvió usando el líquido para tratar el dolor de muelas; y su importancia en la farmacopea creció aún más durante la Edad Media. La forma humana de la raíz de la mandrágora dio origen a muchas leyendas. Un manuscrito muy copiado y leído en la Baja Edad Media da las siguientes instrucciones para coger la planta con seguridad:
“El hombre no debe (arrancar su raíz) pies pondría en peligro su vida. Por lo tanto, la parte alta de la planta se ata a un perro negro, y se guía al animal hasta que la planta queda fuera de la tierra. En este momento la planta emite un terrible grito y el perro cae muerto en su sitio. Para sobrevivir, el buscador de raíces debe taparse los oídos de antemano”
Hacia finales de la Edad Media existía en Europa un verdadero culto a la mandrágora y la planta ávidamente recolectada. Se propagaban y perpetuaban muchas otras creencias sin sentido. Curiosa era la idea de que el licor dejaba después de ser hervido pequeñas ranas verdes que aflojaban los dientes y provocaban su caída. Jerónimo Brunschwig, cirujano alemán del Renacimiento, citando a Rhazes dijo sin titubeo que si una vaca pastando en un prado cogía por casualidad una pequeña rana verde en su boca, todos sus dientes se caían en el acto, El ajo chafado y puesto en la uña del dedo gordo de la mano del mismo lado del dolor de muelas se creía que curaba esta dolencia, al igual que el jugo de parietaria, hiedra, achicoria y pétalos de rosa instilado en el oído y ventana de la nariz del lado de la muela dolorida. Y en un intento por mejorar la terapéutica odontológica, practicaron la cauterización con agujas calientes. Los dentistas, desdeñando la muela en si misma, introducían la aguja en uno de los varios sitios del cuerpo que creían que estaban directamente conectados con la muela dolorida. Así, la aguja debía ser introducida en el lóbulo de la oreja del lado de la muela. Más tarde otra escuela sostuvo que, para ser eficaz, la aguja debía ser insertada en el lóbulo opuesto, y estas dos facciones, los partidarios del “mismo lado” y los de “lado opuesto” mantuvieron una feroz rivalidad.
Bibliografía:
Odontología en la baja Edad Media en Europa Occidental: siglo XIII – XVI, pagina 106. Historia de la Odontología Ilustrada, Malvin E. Ring. Mosby/Doyma libros