Me asalta un miedo inútil de mirar al pasado y convertirme en estatua de sal; debe ser porque Lot ya no existe ni yo soy su mujer...
Llega constantemente por mi correo electrónico, por internet, por TV y por cuanto medio de comunicación digital o impresa se conoce; una serie de artículos, investigaciones y comentarios, escandalizados por la dedicación de jóvenes y niños al uso o al abuso de cuanto aparato digital existe.
Es cierto que niños y jóvenes deambulan por el mundo civilizado con las manos ocupadas y los ojos inmersos en uno de esos mágicos artilugios, que los conecta con otra realidad y los aisla un tanto, del contacto con el mundo circundante.
Confieso como ser humano; no como escritora, artista plástica, periodista o psicóloga; que he leído y estudiado a profundidad no solamente los trabajos periodísticos sino las invstigaciones científicas que he localizado en libros y las que pululan por la red; y he arribado a la siguiente conclusión, desde mi condición de lúcida sobreviviente del siglo XXI, basándome en la historia de la cultura universal y en la evolución del ser humano como especie:
Creo que es anacrónico, antihistórico, anticientífico y antidialéctico, oponerse a incorporar a la civilización, cuanto avance, descubrimiento, investigación, elemento teórico, científico, técnico, recurso material, instrumental o ideológico; le aporte nuevos conocimientos al ser humano civilizado y a que esos nuevos aportes, sean incorporados a la educación, desde la niñez hasta que su utilización sea útil para la información, el progreso y el desarrollo, a las nuevas generaciones, no importa cómo los utilicen los niños y los jóvenes, ya sea como lo hacen actualmente o como lo realicen en el futuro...
Adecuar y aceptar el uso de esos recursos, metodizarlos en el hogar, en las escuelas y en las universidades; y avenirse a ellos, es parte del desarrollo coherente de la vida en comunidad y negarlos con un criterio negativista, es oponerse al desarrollo de la sociedad en su conjunto, pues no puede negarse que, por discutibles, paradógicos y controversiales que a algunos les parezcan; son nuevos aportes a las relaciones humanas, laborales y sociales, para que cada generación cumpla a cabalidad el papel que corresponde cumplimentar.
Es evidente que todos los elementos, desde los más modernos y sofisticados equipos digitales, espaciales, médicos, atómicos, desde la física o mecánica cuántica hasta la teoría de las cuerdas, los agujeros negros; el uso del ADN o el hecho de saber que sólo con mirarlo en el microscopio, modifiicamos un electrón o un cromosoma o que podemos lograr que el vuelo de una mariposa desate un cataclismo en Texas: que conoce y maneja el mundo actual, fue aportado, instrumentado, descubierto, creado, investigado, desarrollado y puestos al servicio o al alcance de la humanidad, por las generaciones que han ocupado y ocupan; una buena parte del planeta y que esas generaciones aun gobiernan política y económicamente el mundo, porque son producto del Siglo XX. Esas generaciones a su vez, se han nutrido, desarrollado, negado o aportado, a los conocimientos y avances logrados por las generaciones que les precedieron; y que es a las generaciones que en el Siglo XXI se nutren de esos conocimientos logrados en el siglo XX y los que le precedieron; a las que les toca no negar sino segir adelante, sobre la base de esos conocimientos, aunque sea para no destruir el planeta.
No me parece adecuado dedicar talento, tiempo e investigaciones a negar el innegable papel que juega el futuro, para justificar, entre otras cosas, los fallos, errores y debilidades del pasado, y del uso que niños y jóvenes, hacen con estos recursos; no vaya a ser que, en el intento, nos convirtamos en anacrónicas "estatuas de sal".
Imagen: casandra-74.blogspot.com
