A partir de mi divorcio dejé de ser invitada por los amigos; en el círculo familiar fui señalada como la primera en divorciarse, y en el trabajo era acosada sexualmente. Además, a la edad de 23 años tenía que enfrentar la responsabilidad de mantener y educar a mi hijo. No supe lo que hacía cuando me casé y tampoco sabía lo que me esperaba cuando me divorcié.
Así fui dando tumbos, y a base de golpes hice mi propio código de conducta. Mis principios se habían tambaleado después de la traumática experiencia del matrimonio, no sabía lo que quería, pero sí lo que no quería: volverme a casar. No obstante, la tía Lola me preguntaba cada vez que me veía:
“¿Cuándo vas a rehacer tu vida?” Y mi mamá insistía en buscarme candidatos para matrimonio. “Hija no todos los hombres son iguales”, me decía.
Era terriblemente vergonzoso para ella que me vieran salir con uno y con otro. ¿Las mujeres solas estamos condenadas a no ejercer más nuestra sexualidad porque el medio en el que estamos lo reprueba? ¿Quién se prostituye más, la esposa que repudia al marido y lo acepta porque él la mantiene o una mujer que se entrega al hombre que ama aunque no estén casados? No sabemos, no podemos juzgar. Las circunstancias que nos rodean nos hacen actuar de una u otra forma, y cada uno sabe si se siente satisfecho o no con lo que hace.
En lo particular y con toda la experiencia que me pueden dar mis 65 años, todavía no logro entender dónde se pierde el amor y empieza la genitalidad, ni cuándo la genitalidad se convierte en un profundo acto de amor.
Hay veces que el amor duele, pues tiene muchas facetas. Las mujeres, por atávicas normas buscamos formar una familia. Queremos un esposo ideal, buen proveedor, con un sentido del humor maravilloso, buen amante, atlético, guapísimo, buen padre, y que sea muy inteligente. Pero ese dechado de virtudes, si lo encontramos, se hace añicos cuando se convierte en un esposo demandante, infiel y que, en pocas palabras, se casó con nosotras para tener un pie de casa y una madre honesta para sus hijos, pero que a quien realmente ama es a sí mismo. Entonces nos convertimos en esclavas de la sociedad y pasamos toda una vida buscando compensaciones a nuestra decepción.
Otras veces, encontramos a ese hombre que, sin ser tan rico ni tan guapo ni tan inteligente, nos hace sentir amadas, protegidas, es nuestro mejor amigo y nos brinda la seguridad que necesitamos para formar esa familia que la sociedad nos dice que debemos tener si somos decentes, y no importa que no sea muy buen amante, el sexo sólo sirve para tener hijos.
En ocasiones, no encontramos al hombre para nosotras, y nos casamos y nos divorciaremos y caminamos solas por la vida.
Como les dije, después de mi divorcio toda mi estructura moral se movió, así como mi escala de valores: primero estaba mi hijo, después mi trabajo, luego mi madre y mis hermanos. Ahí si era honesta, entregada, responsable, todo lo demás eran caras y lugares que pululaban a mí alrededor y podían ir y venir sin importarme gran cosa. No creía en los amigos ni en los novios y mucho menos en los compañeros de trabajo. Lo que la gente pensara de mí no me importaba.
Como mujer joven, tenía necesidad de una pareja sexual y tuve varias. No sé con claridad si ellos se servían de mí o yo de ellos. Mis relaciones eran pasajeras, tenía la firme convicción de que no me volvería a casar y también de que no le impondría a mi hijo la presencia de un hombre que no fuera su padre.
Lo cierto es que mi manera de proceder en ese aspecto indignaba a los que me conocían, tanto fue así que mi tío Jesús, hermano de mi papá y mi propio hermano Humberto, me pidieron a mi hijo para criarlo ellos, porque consideraban que yo no iba a poder, pero mi mamá, que acaba de enviudar, adoraba a Rubén, y yo sentía que nadie tenía más obligación de criarlo que yo, así que ésa fue nuestra familia: mamá, Rubén y yo.
El vínculo entre mi hijo y yo se hizo cada vez más fuerte. Mi mamá ayudaba con todo lo de la casa y yo me mantuve trabajando durísimo, aunque mi vida sentimental era un desastre. Guardo gratos recuerdos de algunos de mis novios, aprendí mucho de ellos, de otros no tanto. Ahora mismo tengo una relación desde hace un par de años que, espero, sea la última.
Imagen: blog.santaeulalia.com
Publicado originalmente en Saber Sin Fin el 26 de septiembre de 2016
