Curioso lector, esta es una invitación. Conocido por el público como poeta –de voz poderosa y de amplio catálogo temático- Vicente Quirarte (Ciudad de México, 1954) nos sorprende, otra vez, como narrador con el libro de relatos recientemente publicado que lleva por título “Morir todos los días” (Joaquín Mortiz, Enero 2011).
Este libro de 144 páginas lleva en el dintel los nombres de dos grandes poetas mexicanos. Los epígrafes son los siguientes. De Carlos Pellicer: Al año de morir todos los días, / los frutos de mi voz dijeron tanto / y tan calladamente, que unos días // vivieron a la sombra de aquel canto. / (Aquí la voz se quiebra y el espanto / de tanta soledad llena los días). De Eduardo Lizalde: Sueño de alguien que muere, / el amor es un árbol que da frutos / dorados sólo cuando duerme.
Además, este volumen que contiene nueve cuentos lleva en la segunda solapa este breve, rítmico y fulgurante texto de Rubén Bonifaz Nuño: En los relatos de Vicente Quirarte figuran el heroísmo elevado del combate, el humilde heroísmo cotidiano, las puertas misteriosas del erotismo que da forma y aniquila, la pobreza, la fatiga, la desesperanza, la vidente carga sensual de la vida, la muerte como amenaza de destrucción de lo inmediato”.
Así, bajo la protección de tres poetas mayores de Hispanoamérica, Quirarte que también es poeta y de célebre manera, recordemos que es el Villaurrutia 1991, nos presenta su galería de personajes que –según las palabras del anónimo y lírico redactor de la cuarta de forros- viven bajo el dominio del amor. Armados por el amor nada los derrota aunque una y otra vez parezcan ser vencidos; y el escenario donde se desarrollan sus pasiones es la ciudad –suprema, imposible amante- con diferentes nombres y diversos tiempos.
Digo lírico redactor porque en uno de los textos de este libro, el llamado El Cuaderno de Aníbal Egea, puede leerse –misteriosa semejanza de estilos- esto: Vivir la ciudad es una fiebre de momentos, enfermedad que ataca con diversos grados de intensidad. Aunque nos preparamos para ser poseídos por la ciudad y poseerla, ella no siempre esta dispuesta a recibirnos. La ignorancia del viajero reside en su ansia de posesión inmediata. Las ciudades son amantes a las que exigimos todo desde el primer encuentro. Para tenerlas es preciso renunciar al deslumbramiento inicial, descubrir sus rincones invisibles.
Quiero decir llanamente – es ironía- que el redactor escribe como poeta. Y esto a propósito de otro fragmento de El Cuaderno de Aníbal Egea –por cierto, alter ego de Quirarte- en el que leemos: “Hablas como poeta”, dice la muchacha del burdel. Siempre el como, el puente, el a punto de. No soy poeta, nunca seré poeta. Si lo fuera, dejaría que las palabras se bastaran. Entonces se elevarían sin necesidad de artificios. (...) Y mientras vuelvo a perderme en la piel de esta mujer que es todas las pieles, me repito: no soy poeta, pero es como si lo fuera. No escribo versos, pero es como si los escribiera.
Carísimo lector: Vicente Quirarte es un distinguido y prolífico escritor: suyos son –contando el que nos ocupa- treinta y siete libros publicados, de los cuales dieciocho son de poesía, nueve de ensayo y cuatro de cuento. Es además investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores y de la Academia Mexicana de la Lengua. A leerlo te invito.
Roberto Martínez Garcilazo es poeta y escritor poblano, director de Literatura, Ediciones y Bibliotecas de la Secretaría de Cultura de Puebla
Publicado originalmente en Saber Sin Fin el 5 de mayo del 2011