jueves, 5 de octubre de 2017

¿Quién es usted? (Artículo)



Permítame compartir con usted, querido lector, una de la etapas que vivo con mi madre, Camelia (española), que supongo algunos de ustedes ya lo han vivido, o lo están viviendo quizás con algunos de sus familiares o sus padres.


Siempre ha sido de un temperamento fuerte, inclusive ahora con sus 92 años de edad. Empezó a trabajar a los 14 años como modista, ayudando a mi abuela en su precaria economía. Como todas las jóvenes hilaba en su mente ilusiones y proyectos que se vieron truncados cuando Franco, con un golpe de fascismo, decide imponerse a la República  Federativa que había sido votada popularmente. En esos momentos mi madre vivía en un pueblo de Andalucía  y por la crítica situación que se gestaba, mi abuela decide salir del lugar uniendo sus pasos y suerte a muchos evacuados que caminaban de un lado a otro. Lograron subir a un tren tan repleto de gente que mi madre siempre me decía que ella no tocaba el suelo. Así horas y horas hasta llegar a Valencia donde decidieron bajar. Fueron llevadas a un albergue hasta que las evacuaron a un pueblo donde son acogidas por diferentes familias, que mucho las apoyaron.

La voz de muerte de las armas y las amenazas de unos españoles hacia otros se fueron silenciando, pero no olvidando hasta la actualidad. Mi abuela y mi madre se quedaron en el pueblo valenciano, allí,  a mi madre le llegó el amor, se casó e inició, con mi padre, una nueva etapa e su vida que como bagaje llevaba, ilusión, fuerza y ánimo; procrearon tres hijos. Mi madre siguió trabajando como modista, pero ante el sacrificio que implicaba lo poco que les retribuía su trabajo, al igual que muchos españoles, deciden en la pos guerra  buscar mejor oportunidad económica cruzando la frontera con la esperanza de comer un trozo de pan algo más blando en el mundo de la emigración. No fue fácil dejar su país, cultura, amigos y tantas cosas más sin saber que nos esperaba en tierras extranjeras, para nosotros fue Francia, conociendo en carne propia que el ser emigrante es trabajar sin que el valor del trabajo sea respetado, al contrario explotado y aun así dábamos gracias por la suerte de tener trabajo.

De todo lo expresado anteriormente, mi madre muchas veces me ha comentado las sensaciones que le producía el repasar los recuerdos de antes de la guerra, durante y posterior. Qué decir cuando  recordaba  la niñez de sus hijos, claro se le percibía que sus sacrificios y el de mi padre habían valido la pena. Cuando hablaba de viajes, de sus recetas de cocina, que tanto le encantaba y sus postres, de aquellos consejos que a veces no escuché y resultó que tenía razón y de los que seguí a pie de la letra y tanto me aportaron. De aquellos tiras y flojas cuando decidía realizar mis propios pensamientos, que unos rechazaba y otros aplaudía; de su visión del mundo; de Dios  y de la intimidad de los pensamientos, de sus propios pensamientos. Hasta que los años la envejecieron, eso si respetando su vigor, obvio, ya no con la fuerza con la que siempre trabajaba y fui viendo esa metamorfosis en que yo iba invadiendo sus espacios de organización de mando en la casa y en su vida por lo que un día enfadada me dijo: "¿Cómo vas a mandar de mí si yo soy la madre y tú la hija?, mi corazón sintió esa nostalgia cuando le pedía las cosas y siempre las tenía ordenadas y otras previstas, de cuando sentía la fuerza de su mano caminando, ahora es la mía la que tiene que apretar fuerte su mano.
Pero donde mi corazón dio un vuelco sin poder evitar unas lágrimas fue la primera vez que me habló con el pensamiento de la senectud preguntándome con una afable sonrisa.-¿Quién es usted?- sin querer aceptar la realidad le respondí -¿No sabes quién soy? -mi madre me respondió: -¿La conozco? La abrace, y desde ese día, soy yo la que guarda los recuerdos de mi madre. Que a veces le refiero. Y para escuchar sus respuestas me remonto al tiempo cuando ella lo relataba con su voz, con sus gestos; hoy es el silencio de su voz, su sonrisa, su mirada que tantas cosas ha visto de la vida, de sus recuerdos la que me responde.

Por más que analizo la situación, le pregunto a Dios, ¿Por qué el ser humano llega a perder la memoria de su vida?, a nivel científico desgranen respuestas, no dejo de estrellarme mil  veces con esa expresión que el ser humano, ante la impotencia de cambiar las cosas, tras haber luchado por ello, expresa "¡quien sabe por qué, pero así es la vida!".

Hoy contemplo  a mi madre y doy gracias a Dios que me permite seguir recibiendo el calor de sus besos y abrazos aunque me pregunte ¿Quién es usted?

Antonia Estarlich Sánchez nació y vive en España, ha escrito un libro y dos obras de teatro, el libro se llama: “Piénsalo bien antes de morir” y sus obras son “¿Quién dice que el cielo es tranquilo?” Y “¿Por qué no rezan los dioses?”. 

Publicado originalmente en Sabersinfin.com: