México tiene una enorme tradición viva de oralidad, la multitud de lenguas originales y la poca escritura de las mismas hace que, fuera de las ciudades, los cuentos, las leyendas, las historias fueran vehículo de la cultura de los prehispánicos. Así, si bien los pocos documentos escritos como códices y piedras fueron destruidos, las leyendas y formas de vida perviven hasta ahora, cotidianamente.
En los pequeños pueblos se cuenta, los viejos, los jóvenes y sobre todo las mujeres en la cocina, mientras echan tortillas, mientras hacen la comida comparten las formas milenarias, las historias y con ello la cultura.
Los narradores orales, los cuenta cuentos, son un algo “nuevo” en nuestro país. Porque hasta hace algunos años el contar era de uso común, el recitar poemas en la sala de la casa, los abuelos que contaban sus historias una y otra vez y los chicos que ávidos escuchaban y buscaban en esa forma su propia identidad.
Si bien en los ámbitos artísticos y los llamados cultos existe un interés y todo un movimiento en la Narración Oral Escénica, éste no traspasa del todo dichos espacios, llegando de poco a la gente. Hace más de 25 años, hubo dos antecedentes diríamos masivos: la narración lúdica y desaforada de Sofía Álvarez por la entonces televisión del Estado Mexicano (Imevisión) y el programa para niños Los cuentos del espejo, donde Andrés Bustamante narraba como voz en off historias literarias acompañado de las ilustraciones.
En años recientes, el programa de televisión infantil comercial más influyente incluyó a Mario Iván Martínez con un cuento cada domingo, así muchísima gente creó la idea de un Cuenta Cuentos. Aunado al poco interés de los adultos por contar historias, ya que es más sencillo que los chicos (y los grandes) vean películas, series animadas o cualquier cosa por la televisión.
En este panorama, México tiene en la actualidad un creciente interés en los narradores de todo tipo, los teatrales y los preparados en las filas de la Narración Oral Escénica como movimiento, aquellos animadores improvisados que ven en el contar cuentos un libreto de fácil acceso y otros comprometidos divulgadores de la lectura. Si bien no es un movimiento con miles de adeptos, es un formato que va ganando mucho terreno, ya que la simpleza y profundidad de la palabra cautiva a chicos y grandes.
No puedo dejar de mencionar las fusiones de géneros, porque cada vez más cuenta cuentos cantan, hacen teatro, malabarismos, mezclan clown, buscando formas, maneras de llegar a un público difícil por lo honesto: los niños.
Si bien en México existen grupos con toda una trayectoria y una solidez institucional, generalmente eso ocurre sólo en el centro y en las ciudades principales y, generalmente, al auspicio de instituciones.
Provincia y muchos espacios de las grandes ciudades, se llena cada vez más de cuenta cuentos improvisados en bibliotecas, salas de lectura, salones de clases, espacios lúdicos. Al avance de la televisión sobreviene un interés en la palabra, en otras formas. No puedo dejar de decir, que me he topado no pocas veces con chicos que, cuando escuchan cuentos, dicen: “es más divertido que la tele”.
Martín Corona Alarcón (Xalapa, Ver, Mex, 1977) creció con las abuelas, jugando en la azotea y quitándole a los ratones su comida: los libros en los cajones. De niño jugó poco futbol y mucho canicas. Comenzó a inventarse cuentos desde muy chiquito, luego cuando aprendió a leer se fascinó por los piratas, los cuentos del espacio y las cosas extrañas. Le encanta que lo inviten a contar cuentos, a dar talleres, a colaborar en proyectos, a escribir cuentos, a jugar pues con los demás. Por eso viaja mucho, cobra poco y vive contento.