- La Historia Jamás Contada -
Es sorprendente constatar la persistencia de las tendencias
humanas a través de los siglos e incluso los milenios, más aún cuando uno de
los fundamentos de nuestra Weltanschauung (occidental, añadirían algunos) es
que evolucionamos o progresamos casi por necesidad biológica, lo que evidentemente
no se aplica a la Política, que continúa funcionando apelando a los mismos
automatismos elementales que observara el primer δημαγωγός (demagogo) -que no
era griego, pero a éstos debemos el concepto-, quien desde entonces siempre los
utilizó, primero, en su propio beneficio y, a veces, en el de su demos.
La palabra y el concepto que la subyace se han ido
modificando y adaptando a los diversos regímenes políticos predominantes en las
distintas épocas y territorios, pasando por todos los matices que hay, desde el
ingenuo “conductor (espontáneo) de pueblos” hasta el cínico “embaucador de
masas” profesional, sin que pueda establecerse un criterio único y
suficientemente confiable como para distinguir con certeza uno de otro: díganlo
si no los que “ya despertaron”… pero sólo para aparecer en otro sueño: el sueño
de otro, por supuesto.
Pero incluso el mejor demagogo –esto es, el que realmente beneficia
a sus conducidos- no puede llegar lejos si no cuenta con la respectiva legitimidad,
otorgada, como su nombre lo indica, por una ley –latín, legis- cualquiera: “natural”,
humana, racional o todo lo contrario, que por su misma arbitrariedad dota a aquélla
de un carácter frágil en extremo, estando siempre a merced de la espada de
Damocles, representada por cualquier otro aspirante que sienta contar también con
la necesaria legitimidad.
Para complicar aún más este de por sí truculento escenario, en
algún momento aparece la DEMOCRACIA, que en principio otorga a todos los
miembros del demos la posibilidad de convertirse ellos mismos en demagogos a
propuesta y mediante elección de sus iguales. Y es precisamente en este punto donde
las cosas pueden tomar senderos muy extraños, ajenos a todo lo hasta entonces
construido y sobreentendido, regresando no pocas veces la vida en la población
a un virtual estado de barbarie, esto es, anterior a la civilización.
Es el caso muy concreto del régimen en el cual, haciendo a
un lado las convenciones democráticas y hasta las aristocráticas, se elige a un
individuo, el τυράννου (tirano), al que se le otorga la facultad (al menos
formalmente) incontestable de decidir por todos los ciudadanos sin mediar
consulta con éstos ni respeto a las leyes e instituciones existentes, convirtiéndose
de hecho en el Amo absoluto del Estado hasta el fin de la crisis que dio origen
a su nombramiento.
Recuerdo esto como una curiosidad histórica arcaica de la
que nos hablaban en la Escuela Secundaria, pero los fascismos del siglo XX demostraron
su virtual intemporalidad, que la lleva a resurgir inopinadamente hasta en los
países aparentemente más modernos y democráticos, como se consideraba a la
Alemania de la República de Weimar (1919-1933).
Por eso el título de este artículo, que al original hube de
añadirle “…y más acá”, puesto que ahora mismo ningún país –INCLUIDO EL NUESTRO- está exento de convertirse precisamente en algo así con tan sólo
confiar en que la Democracia, como un estadio superior de la evolución histórica
de las sociedades humanas, no tiene marcha atrás.
NO SE TRATA DE EVOLUCIÓN DARWINIANA, SINO DE POLÍTICA.
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen:www.cosladarepublicana.org