5 de octubre de 2019
Tomaste mi mano,
en el extremo de tus dedos
surgieron arpones
que me anclaron a ti,
a la par que ocho estacas
me sujetaron al terruño
testigo del encuentro.
Tomaste mi mano,
luego la otra,
después mis ojos,
siguieron todos los músculos,
cada uno de mis huesos;
por último
-en una especie de golpe fatal-,
arrancaste de un solo tajo
mi médula envuelta en llamas
que apagaste de un solo soplido
y la guardaste en la alforja gris,
esa en la que coleccionas
los corazones de los incautos
que se han cruzado en tu camino.
Tomaste mi mano
y con ella mi vida.
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es escritor y educador permanente. Dirige: Sabersinfin.com
