24 de septiembre de 2019
Sin éxito
busco entre mis ropas
la moneda dorada
con una sola faz,
repaso y repaso
con las yemas de los dedos
el algodón de mis bolsillos;
caigo en cuenta
que hace mucho
alguien se llevó
la chapa de mis trucos,
la pieza clave
para ganar en el azar,
el fulcro del destino cargado,
el fetiche de Dos Caras,
la suerte del murciélago nocturno.
Sabiendo del extravió,
recorro las calles solitarias
con un faltante,
con una especie de hoyo
en la suela del zapato derecho,
pero me aferro a la artimaña entrenada
rogando no encontrarte
para que no se venga abajo
mi estratagema suplente
que solo uso en febrero veintinueve.
Las horas pasan,
me pierdo en la oscuridad de madrugada
añorando mi moneda dorada,
pensando en el destino cargado,
respirando aliviado
por no haberme topado contigo
y ese embrujo que me desarma.
