- La Historia Jamás Contada -
Una vez consumada la enésima reforma de la Educación, y con
el propósito de aportar algo más que la consabida reseña -así sea comentada o
incluso crítica- de los prácticamente institucionales mayoriteos legislativos
del Partido en el Poder –cualquiera, da lo mismo-, me permito formular algunas
consideraciones acerca de lo que podría alcanzarse con un poco más de
responsabilidad y visión por parte de sus hasta ahora pergeñadores.
La educación cuenta con una capacidad usualmente subempleada
tanto por los involucrados en ella como por quienes establecen los lineamientos
oficiales: nada menos que la de… ¡anticipar el futuro! Sí, pues aunque suene a
science-fiction, nada tiene de fantasioso, tratándose por el contrario de algo
perfectamente realizable con tan sólo tenerlo presente desde antes de comenzar el proceso
educativo como tal.
Y es porque la educación es en sí misma un proceso
artificial, diseñado, montado y operado con independencia del transcurrir “natural”
de las cosas, es decir, que siempre hay una voluntad de hacerlo suceder, aunque
para esto haya que modificar radicalmente las características del entorno original
a fin de lograr las condiciones más favorables a la aparición de los objetivos
deseados. (¿Qué otra cosa sería entonces un salón de clase, si no un
dispositivo para lograr dichos objetivos, por ajenos o improbables que sean
respecto al ambiente en el que se les está requiriendo?)
Todas las sucesivas situaciones que componen una secuencia
educativa están preparadas de antemano por los agentes educadores, tanto aisladamente
como en el orden en que habrán de presentarse a los educandos, siguiendo una
lógica derivada de alguna teoría en particular que va de acuerdo a su procedencia o
formación profesional, siendo la normalista la menos depurada por la tradicional
y empecinada actitud de mantener distancia respecto a los adelantos de la ciencia y la tecnología. (Como sucedió con las primeras
calculadoras electrónicas de bolsillo, verdadero terror de los maestros
de entonces que, no sabiendo qué hacer con ellas, optaban por confiscarlas.)
Ahora que el educador común, ya en los hechos, suele proceder
con un pragmatismo desconcertante, pues nunca se atreve a ensayar algo nuevo
aunque lo tenga a la mano, esperando a que se lo indique la Autoridad, que probablemente
ni enterada esté de lo que sucede en los salones de clase ni en el
Mundo exterior, limitándose a comprobar que las cosas sigan haciéndose como siempre.
El resultado no puede ser otro que la educación misma permanezca
anclada en una época anterior, frecuentemente muy anterior, condenando a los
educandos, futuros ciudadanos, a permanecer al margen de la vida y las
posibilidades contemporáneas en todos sus aspectos, de lo ideológico y
simbólico a lo científico y técnico, pasando por lo social y también lo cultural.
Así que lo primero a plantearse antes de cualquier intento
de reformar la educación, es cómo anticipar exitosamente lo que depara el
futuro, a corto y mediano plazo, a la sociedad y sus miembros para, en seguida,
pasar a resolver la problemática técnica de diseñar, montar y operar los dispositivos
educativos adecuados para que, aquí y ahora, los educandos cuenten con un
ATISBO -verosímil- DEL FUTURO y se empeñen en adquirir los conocimientos y habilidades
indispensables para desarrollarse exitosamente en él.
¡Claro: aún nos queda por vencer la inercia
legislativa, burocrática y magisterial, pero al menos ya sabemos POR DÓNDE EMPEZAR!
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: docenteslibresmdq.com