- La Historia Jamás Contada -
Desde su implementación masiva, comunicarse mediante las Redes
Sociales –trade mark- en lugar de hacerlo
a la manera tradicional, pasó prontamente de ser una moda o cuestión de status a convertirse cada vez más en una
imperiosa NECESIDAD, dejando atrás las
“simples” conversaciones telefónicas, epistolares o incluso presenciales de
antaño. Una derivación –sólo en apariencia- inesperada de lo que parecía ser una
más en la serie de mejoras técnicas de los sistemas electrónicos de
telecomunicación.
Para un aficionado profesional a la Electrónica como me
considero, que comenzó a cultivarla precisamente para aprender a construir un
mítico –en esos tiempos- walkie-talkie
como los de las películas de espías, presenciar lo que estos adelantos han
logrado para la EXPRESIÓN INDIVIDUAL, me lleva indefectiblemente a evocar el
clima social de esa época, los ’60, cuando nuestra generación cayó en la cuenta
de que, sin importar lo que hicieran los Gobiernos en materia de censura,
la Tecnología nos estaba abriendo la puerta a otra forma de relacionarnos con
nuestros coetáneos… y en nuestros propios términos, además.
Como es bien sabido por los estudiosos de la Historia Cultural, lo que catalizó ese
gran Movimiento, aunque difuso, de la Contracultura de entonces, fueron las TELECOMUNICACIONES públicas, que nos
permitieron conocer lo que había más allá de las fronteras ideológicas de
nuestros provincianos países, mal que les pesara a los chauvinistas que cifraban sus esperanzas de eternizarse en el Poder,
en el desconocimiento por parte del grueso de la población, de lo que sucedía ALLÁ
AFUERA.
Ahora nos encontramos en medio de un curioso fenómeno, pues
por una parte asumimos que tenemos la libertad de comunicarnos cándidamente con
(muchos) otros a lo largo y ancho del Mundo pero, por el otro, somos cada vez
más conscientes de que nuestras comunicaciones no son realmente PRIVADAS, sino que están a merced tanto
de delincuentes comunes como de los sempiternos voyeurs gubernamentales.
Y esto con una extensión y profundidad que ni Orwell en sus más lúcidas
pesadillas hubiese imaginado.
Si, parafraseando a McLuhan, consideramos a nuestros medios
como extensiones de nuestra propia INDIVIDUALIDAD, que de esta manera se
presenta a sí misma ante otras semejantes, resulta que nuestro propio Yo se
encuentra en vilo durante su tránsito virtual por el riesgo permanente de
perderse o, tal vez peor, llegar falseado a su(s) destinatario(s). ¿Cómo podemos
saber si lo que recibimos concuerda con lo que nuestro partner nos envió desde el otro extremo de la madeja? (Con el
agravante adicional de que tampoco tenemos la absoluta seguridad que EXISTA
alguien real -otra individualidad- ahí.)
Esto nos llevar a pensar o, al menos, tratar de IMAGINAR
un individualismo evolucionado, de modo que no nos veamos forzados a abandonar
nuestra ya lograda ciudadanía mundana sea por enconcharnos en el esquizofrénico
temor de ver a nuestro self desmoronarse
o aceptar que un Estado proteccionista lo preserve, pero a cambio de cederle
nuestra ya socialmente afianzada INDIVIDUALIDAD por una siempre hipotética SEGURIDAD.
De alguna forma tenemos que resolver en nuestro propio beneficio la paradoja que nos origina ser INDIVIDUOS
EN LAS REDES… SOCIALES.
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: alasperuanoargentino.edu.pe