4 de agosto de 2019
Hay recuerdos
que parecen garrapatas,
las tenemos tan pegadas,
que no podemos desprenderlas,
si lográramos quitárnoslas
se llevarían trozos de carne,
de huesos y nuestro aliento.
Se aferran a nuestro temor al dolor,
a nuestra ignorancia
por no saber qué hacer
cuando ya no estén con nosotros.
Se aprovechan de nuestro miedo,
de nuestro desconocimiento,
de nuestra impericia,
de nuestra codependencia;
se meten debajo de la almohada
duermen con nosotros,
nos hablan al oído,
nos mal aconsejan,
y una vez que lograron su cometido
se mimetizan con las sábanas,
bajan por el piso
y se incorporan a los muebles
esperando impacientemente el amanecer.
Hay recuerdos "garrapatas"
que ya se fueron,
se llevaron pedazos de cartílagos,
trozos de piel y de tendones,
por eso vamos por las calles
como remedos de Freddy Krueger
en enésima secuela
de bodrio hollywoodense,
con guión parecido,
con malos actores,
con efectos especiales similares
y final predecible
precuela de la bazofia siguiente.
