15 de julio de 2019
Los árboles proporcionan servicios ambientales como la captación de agua y producción de oxígeno; contribuyen a evitar la erosión del suelo y a disminuir los escurrimientos e inundaciones; capturan y almacenan dióxido de carbono (CO2), con lo que contribuyen a mitigar el cambio climático; también proporcionan alimento. Son fundamentales para la vida en el planeta, de ahí la importancia de proteger las superficies arboladas.
México tiene una superficie total de 195 millones de hectáreas, de las cuales los bosques (templados y tropicales) ocupan 65.7 millones (33.6 por ciento del total), con una alta biodiversidad y especies maderables valiosas.
Los árboles son parte de la arquitectura de las comunidades: muchas especies que no son arbóreas necesitan de su sombra para crecer, y sirven de hogar y refugio para diversos animales. “Si son talados, no sólo se mata al árbol, sino a muchos seres vivos que lo necesitan porque les provee de un microclima adecuado para su desarrollo”, advirtió Jorge Nieto Sotelo, investigador del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.
Con motivo del Día del Árbol, que desde 1959 se conmemora el segundo jueves de julio, el universitario comentó que los árboles, sobre todo los de talla grande, son importantes en todos los ecosistemas naturales donde hay bosques: templados, tropicales, perenes o caducifolios, entre otros.
“En México tenemos bosques de todo tipo. Un estudio publicado en 2014 por José Luis Villaseñor, del Departamento de Botánica del IB, a partir de bases de datos y herbarios que contienen información de todas las plantas del país, determinó que existen al menos 23 mil 500 especies vegetales, de las cuales aproximadamente cuatro mil 200 son arbóreas. En el planeta, al menos la tercera parte de las especies vegetales son árboles”.
En nuestro territorio, el ecosistema de mayor diversidad es el de bosques templados. El Valle de México es una de las zonas urbanas más grandes del mundo, y está enclavada en uno de los ecosistemas más diversos del país, “hecho del que ni el ciudadano común, ni los mismos biólogos, se han percatado”.
Tala indiscriminada
A pesar de su importancia, la tala indiscriminada de árboles es un proceso que ocurre todos los días en México, incluso en los lugares más remotos del campo. “Es una destrucción continua de la superficie forestal en entidades que poseen una gran riqueza natural”, afirmó Nieto Sotelo.
Los bosques mesófilos de montaña o de niebla son los que disminuyen a mayor velocidad por la deforestación. En comparación a las áreas boscosas de ese tipo que existían hace 100 años, hoy se registra menos del 10 por ciento. “De seguir con ese ritmo, en una década no habrá árboles como encinos y pinos, o helechos arborescentes”, señaló el especialista en biología molecular y genética de plantas.
Lo mismo ocurre con las selvas. Se estima que en Chiapas sólo queda entre 15 y 20 por ciento de la cobertura natural, el resto son ranchos ganaderos o cafetales; en tanto, en Tlaxcala sólo queda 15 por ciento de la vegetación nativa, mal protegida y con muchos daños.
Reforestación inteligente
Reforestar no es lo mismo que restaurar, esto último implica estudiar las especies que había en determinado lugar para tratar de devolverlas, mientras que la reforestación muchas veces es la sustitución de especies nativas por otras exóticas; es decir, no es una herramienta de conservación integral.
Todos los árboles son útiles, incluso los exóticos, pero debe fomentarse la regeneración de los que son propios del territorio para que los ecosistemas no se alteren, aconsejó Nieto Sotelo.
“Cuando se siembran árboles en centros urbanos, por costumbre se hace bajo una idea meramente estética o por capricho, sin saber su procedencia, lo que provoca mayor presión al lugar para mantenerlo vivo, y con ello se rompe el equilibrio ecológico”.
Un ejemplo fue la siembra de eucaliptos a principios del siglo XX, y posteriormente de jacarandas. “Aunque se hizo de manera bien intencionada, estas especies no son nativas; algunas ya se volvieron invasivas y empezaron a sustituir a las nativas, sobre todo en bosques naturales, lo que empobrece los ecosistemas”.
En ciudades mexicanas el promedio de especies vegetales exóticas en parques públicos es cercano al 75 por ciento; es decir, sólo 25 por ciento son nativas, el resto pertenece a otras regiones de América, a Asia, África o Australia. “No hay nada contra ellas, el problema es que su uso impone otro tipo de cuidados e impactos por su relación con las demás plantas, animales y microorganismos del suelo que habitan”.
El universitario pidió ser más conscientes y plantar sólo variedades nativas, “empezar a conocer la belleza propia de nuestra naturaleza. En el país existen más de cuatro mil especies arbóreas diferentes, ¿qué necesidad tenemos de traer otras de lugares lejanos?”.
Los árboles nativos no requieren cuidados especiales, incluso las hierbas epífitas o terrestres asociadas a ellos están adaptadas al clima del lugar, y cuando llueve aprovechan al agua, mientras que en tiempo de sequía echan mano de la humedad del suelo, el rocío y el viento. Aportan más servicios ecosistémicos que las especies exóticas, finalizó.
Boletín UNAM-DGCS-484/2019