martes, 4 de junio de 2019

Justicia para los que dispersan el tiempo: La Bohemia (artículo)


El Soplo de Euterpe

Todo lo bello se pierde al pasar

Como las aguas
WB Yeats

Al final del siglo XIX, la ópera alcanzaba su plena madurez. El patriarca Verdi, en pleno otoño de la vida, presidía la gran ópera italiana. Verdi encabezaba legiones de admiradores y no pocos discípulos. Ataques e innovaciones desde Francia, Alemania y aun la lejana Rusia intentaban opacar la formidable ópera italiana. 

Entre los devotos compositores, se encontraba un apuesto joven que a la sazón se acercaba a los treinta y cinco años, tímido hasta la paradoja, no obstante su afición por el naciente automovilismo, que incluso le costará un grave accidente, era Giacomo Puccini;  se trataba del más brillante de una pléyade de grandes operistas italianos. También brillaban con luz propia, Pietro Mascagni compositor de la célebre Cavalleria Rusticana, Rugiero Leoncavallo compositor de una de las óperas más representadas de la historia, Il Pagliacci,  Francesco Cilea, Umberto Giordano que hacían frente a las innovaciones de Wagner, quién a pesar de su brillantez no logró quitar del pedestal a la ópera italiana.

Verdi iluminaba la ópera con temas de la vida cotidiana, diferentes a las leyendas germanas representadas por Wagner, entelequias ajenas a la experiencia del público que no conocía las raíces míticas germanas. Las resonancias de la ópera italiana, vestían los escenarios del mundo y perdurarían hasta el presente.

Hay una fecha marcada en el calendario de las grandes obras. El primero de febrero de 1893. El Teatro Regio de Turín se engalanaba con la puesta en escena de la obra de  un joven desconocido. Giacomo Puccini estrenaba la formidable ópera Manón Lescaut, tercera obra del desconocido compositor.  Las llamadas del público exigían una y otra vez la presencia de los cantantes en el escenario. La representación y el elenco brindaron hasta bien entrada la noche, Puccini irradiaba la luz inconfundible del éxito. Una refulgente estrella había nacido.

Después del apoteósico triunfo de Manon Lescaut, Puccini de inmediato se dio a la tarea de buscar otro tema. Estaba poseído por la locura creadora. Según cuenta su amigo Arnaldo Fracarolli, una tarde lluviosa, entregado al ocio, Puccini dio con una novela, se trataba de Scenes de la vie boheme. La novela de Henri Murger, de inmediato cautivó al maestro y se hizo acompañar para armar los libretos por el poeta Luigi Illica y el escritor Giuseppe Giacosa. Arrastrados por el entusiasmo hicieron nacer una de las óperas más exitosas de todos los tiempos. La Boheme es tema obligado en todas las compañías operísticas del mundo.  El tema central es la vida de los soñadores artistas que viven en la miseria pero siempre jubilosos. La atmósfera del círculo de artistas, de esos jóvenes sin recursos y sin preocupaciones de ninguna índole. Puccini encontró en la obra de Murger todos los ingredientes necesarios para componer una obra inmortal, pasión, amor, humor el aire siempre presente de la alegría de vivir y un aire trágico que enmarca el final de la obra. Los personajes Rodolfo, Francine, Mimí, Musetta, el escritor Jacques, Marcel, Schunard y Coline entretejen vivencias y momentos profundamente humanos.  La música alcanza alturas grandiosas y la obra se desarrolla con evidente embeleso. A través de los años, la obra no ha perdido frescura, quizá se deba al hecho que la Boheme contiene la expresión de nuestras profundas cavernas mentales: sueños, deseos, pasiones. Cautivado por La Boheme, Thomas Alva Edison escribió a Puccini una significativas líneas: Men die and governments change, but the songs of La Boheme will live forever. La Boheme fue estrenada en Turin el 1 de febrero de 1896, bajo la dirección del legendario Arturo Toscanini.  De inmediato La ópera fue acogida como una favorita del público en todos los rincones de la Tierra.

La experiencia estética de escuchar esta excelsa obra no puede suplirse con explicaciones. La música se escucha y se goza.

He aquí la letra las célebre aria Che gélida manina de un Rodolfo enamorado y la belleza de la respuesta de Mimi. Si, me chiamano Mimí asombrosa conjunción de música, canto, una expresión única y sublime de eso que buscamos entre los recodos de la vida llamado amor…el arte simplemente puro.

Che gélida manina


Che gélida manina, se la lasci riscaldar.
Cercar che giova? Al buio non si trova.
Me per fortuna é una notte di luna.
Aspetti signorina, le diró con due parole,
Che son, e che faccio, come vivo.
Vuole?
Chi son? Sono un poeta.
Che cosa faccio? Scrivo
E come vivo? Vivo
In povertá mia lieta scialo de gran signore
Rime ed inni d´amore
Per sogni e per chimere
E per castelli in aria
L´anima ho millonaria
Talor del mio forziere ruban tutti I gioieilli
Due ladri: gli occhi belli
V´entrar con voi pur ora,
Ed i miei sogni usati 
E i bei sogni miei
Tosto si diliguar¡¡
Ma il furto non m´accora,
Poché v´ha preso stanza la doce speranza¡¡
Or che me conoscete, parlare voi, deh párlate.
Che siete?
Vi piaccia dir¡¡¡


Alejandro Rivera Domínguez, miembro del Seminario de Cultura Mexicana y la Asociación de Estudios del Pleistoceno.
Correspondencia: kosmospuebla@yahoo.com



Imagen: wordsinfreedom.com