3 de junio de 2019
Cuando pierdes
la única moneda
por el agujerado bolsillo
de tu pantalón favorito,
caes en cuenta
que las segundas pieles
tienen inconvenientes;
entiendes
que todo es perecedero,
aún los textiles
que la publicidad
te vendió
como si fueran eternos.
Con el preciado efectivo
recién fugado,
nos bofetea la circunstancia
y volvemos viendo
que la pseudo armadura reluciente
encarnada en el preciado jean,
en realidad
es un andrajo lustroso y remendado
que nuestra ceguera ponderó
como si se tratara
de obra maestra
de Óscar de la Renta,
Giorgio Armani
o Christian Dior.
Cotidiano despertar
del engaño a nuestros sentidos,
de la especie
de implante cerebral
que crea una situación artificial
de la cual una huérfana moneda
se encarga de despertarnos
por un inoportuno agujero
de un pantalón favorito.
