- La Historia Jamás Contada -
Más acá de cualquier definición jurídica de "libertad", ésta se
realiza y reproduce en cada una de las decisiones que consciente y recurrentemente toman los
individuos. Así nada más, sin mayores formalismos. Y su ámbito no es otro que el
de la vida cotidiana. Ambas obviedades en las cuales, sin embargo, por lo general
ya ni siquiera se repara en una sociedad cada vez más administrada.
Una anécdota personal de apenas la semana pasada, ilustra elocuentemente
el tipo de mecanismos (micro)sociales mediante los cuales, de no estar atentos,
podemos casi sin sentirlo, contribuir a despojarnos de nuestras “pequeñas”
libertades de todos los días.
Resulta que buscando una nueva calculadora científica para sustituir
a la ahora ya desvencijada y achacosa que tengo desde hace unos 16 años y siendo casi
la hora en que cierran los comercios, vi frente a mí la tienda de artículos de oficina en la que
hacía bastante tiempo solía encontrar cosas interesantes en el ramo de papelería
y dibujo.
Enfilé entonces hacia la entrada e ingresé decididamente… o al
menos esa fue mi intención, pues el guardia de seguridad de la puerta, mirándome
los pies, me preguntó con brusquedad: “¿A qué entró aquí, señor?” “¡A comprar una
calculadora científica, señor!”, respondí también con firmeza y encarándolo.
Visiblemente confundido no dijo nada más, impasse que aproveché para dirigirme a la recepcionista,
quien me atendió con toda naturalidad, lo mismo que el encargado del área de Electrónica.
Hay épocas en que las libertades –en este caso, de vestir como
le acomode- que cada individuo ha venido arrancando tenaz y pacientemente a un
medio social cada vez más convencional por simple inercia, quedan de pronto en
entredicho por el advenimiento de un clima ideológico opuesto a la autodeterminación,
como se ha acentuado ahora mismo, cuando el flamante Gobierno federal ha anunciado incluso una “Constitución
Moral” (¡!). (Asunto nada irrelevante o “inocente”: ¡solo imagínense a un “sargento
mal pagado” de la recién aprobada Guardia Nacional exigiendo compostura y recato a cuanto
transeúnte encuentre!)
Andar descalzo no es por sí mismo un acto político, pero siempre
será una tentación para el Poder –de cualquier tipo o tamaño- convertirlo en
eso porque “desobedece” objetivamente una conducta estipulada y acatada por una
mayoría sumisa o indiferente, pero este nuevo significado puede ser revertido a
favor del individuo, convirtiéndose en una afirmación de su libertad, una
manera de hacer política no enajenada tan sólo perseverando con su habitual barefooting.
Nunca está de más reconsiderar y valorar todas estas petits
riens cotidianas en que se encarna nuestra modesta libertad individual, pues
son el mejor antídoto contra los embelecos de quienes nos llaman a su masa suponiéndonos
sentirnos solos y alienados, trátese de predicadores abiertamente religiosos o…
lo mismo, pero con ropaje de políticos o gobernantes.
Así que, cualesquiera sean las diferencias teóricas y prácticas
que cada uno perciba en sí mismo respecto a las actitudes y comportamientos standard de las masas,
consérvenlas por su propio bien, que si han llegado tan lejos con
ellas, es porque han mejorado y enriquecido su vida, a despecho de quienes quieren
mejorarla... ¡MORALIZÁNDONOS!
Y si entre lo suyo también se encuentra el DESCALCISMO, pues
disfrútenlo doblemente, tanto por el bienestar y sensualidad que proporciona,
como por la LIBERTAD que irradia quien lo practica

Imagen: www.stuff.co.nz