domingo, 19 de mayo de 2019

Descalcismo libertario




 - La Historia Jamás Contada -

Más acá de cualquier definición jurídica de "libertad", ésta se realiza y reproduce en cada una de las decisiones que consciente y recurrentemente toman los individuos. Así nada más, sin mayores formalismos. Y su ámbito no es otro que el de la vida cotidiana. Ambas obviedades en las cuales, sin embargo, por lo general ya ni siquiera se repara en una sociedad cada vez más administrada.

Una anécdota personal de apenas la semana pasada, ilustra elocuentemente el tipo de mecanismos (micro)sociales mediante los cuales, de no estar atentos, podemos casi sin sentirlo, contribuir a despojarnos de nuestras “pequeñas” libertades de todos los días.

Resulta que buscando una nueva calculadora científica para sustituir a la ahora ya desvencijada y achacosa que tengo desde hace unos 16 años y siendo casi la hora en que cierran los comercios, vi frente a mí la tienda de artículos de oficina en la que hacía bastante tiempo solía encontrar cosas interesantes en el ramo de papelería y dibujo.

Enfilé entonces hacia la entrada e ingresé decididamente… o al menos esa fue mi intención, pues el guardia de seguridad de la puerta, mirándome los pies, me preguntó con brusquedad: “¿A qué entró aquí, señor?” “¡A comprar una calculadora científica, señor!”, respondí también con firmeza y encarándolo. Visiblemente confundido no dijo nada más, impasse que aproveché para dirigirme a la recepcionista, quien me atendió con toda naturalidad, lo mismo que el encargado del área de  Electrónica.

Hay épocas en que las libertades –en este caso, de vestir como le acomode- que cada individuo ha venido arrancando tenaz y pacientemente a un medio social cada vez más convencional por simple inercia, quedan de pronto en entredicho por el advenimiento de un clima ideológico opuesto a la autodeterminación, como se ha acentuado ahora mismo, cuando el flamante Gobierno federal ha anunciado incluso una “Constitución Moral” (¡!). (Asunto nada irrelevante o “inocente”: ¡solo imagínense a un “sargento mal pagado” de la recién aprobada Guardia Nacional exigiendo compostura y recato a cuanto transeúnte encuentre!)

Andar descalzo no es por sí mismo un acto político, pero siempre será una tentación para el Poder –de cualquier tipo o tamaño- convertirlo en eso porque “desobedece” objetivamente una conducta estipulada y acatada por una mayoría sumisa o indiferente, pero este nuevo significado puede ser revertido a favor del individuo, convirtiéndose en una afirmación de su libertad, una manera de hacer política no enajenada tan sólo perseverando con su habitual barefooting.

Nunca está de más reconsiderar y valorar todas estas petits riens cotidianas en que se encarna nuestra modesta libertad individual, pues son el mejor antídoto contra los embelecos de quienes nos llaman a su masa suponiéndonos sentirnos solos y alienados, trátese de predicadores abiertamente religiosos o… lo mismo, pero con ropaje de políticos o gobernantes.

Así que, cualesquiera sean las diferencias teóricas y prácticas que cada uno perciba en sí mismo respecto a las actitudes y comportamientos standard de las masas, consérvenlas por su propio bien, que si han llegado tan lejos con ellas, es porque han mejorado y enriquecido su vida, a despecho de quienes quieren mejorarla... ¡MORALIZÁNDONOS!

Y si entre lo suyo también se encuentra el DESCALCISMO, pues disfrútenlo doblemente, tanto por el bienestar y sensualidad que proporciona, como por la LIBERTAD que irradia quien lo practica



Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad   Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: www.stuff.co.nz