domingo, 7 de abril de 2019

La Reforma nuestra de cada… sexenio



 La Historia Jamás Contada -

Una de las costumbres más arraigadas entre la clase política es la de “reformar la Educación”, empresa poco menos que quimérica, pero cuyo improbable éxito garantizaría a la camarilla que lo consiguiera, ser virtualmente inamovible, pues para una población con una forma ÚNICA de pensar, coincidente además con la de aquélla, cualquier capricho u ocurrencia gubernamental tendría el sello de lo verosímil o posible, por disparatado que resulte desde una perspectiva estrictamente racional.

Por eso el empeño en realizarla por cualquier medio y lo más pronto posible, sin cuidar las formas y menos aún los fundamentos, tanto filosóficos como técnicos. ¿Qué tiene que ver esto con la Educación propiamente dicha? ¡Nada, por supuesto! Pues desde el punto de vista del Poder, se trata de afianzar su hegemonía sobre una sociedad que ya no responde igual a los antiguos “valores” -la ideología tradicional- sino que los ignora o, peor aún, cuestiona su legitimidad.

Es la razón de que cada sucesiva “reforma” (¿?) educativa, por novedosa o revolucionaria que se presente, siempre termina reintroduciendo algo decididamente anacrónico, incompatible con el Zeitgeist de una sociedad que lo dejó atrás por disfuncional o contraproducente. Pero… ¿qué hay de la Educación como tal, la que arroja resultados, independientemente de la ideología con que venga “cargada”? Es la cuestión de fondo, que trataré de precisar a continuación.

Cuando alguien se EDUCA, sea por decisión propia o ajena -como sucede con los menores de edad-, existen objetivos explícitos o sobreentendidos que se espera alcanzar durante y al término de dicho proceso, lo mismo si es en general -para la vida, la sociedad, etc.- o especializado en uno o varios aspectos del vasto quehacer humano. Esto es, se trata de la Educación entendida como CAPACITACIÓN, siendo éste a la vez el concepto más extendido y concreto, pues siempre hay manera de constatar si se logra(ro)n o no los objetivos esperados.

Hasta aquí todo permanece dentro del sentido común burocrático, incluso podría tomarse por el fundamento mismo de las pruebas estandarizadas que suelen aplicarse -y no de ahora- a los educandos de todo tipo y nivel. Pero también en este punto termina la semejanza, pues los criterios de evaluación han venido degenerando en la dirección idealista (filosófica) de no preguntarse más por las condiciones materiales -instrumentales, históricas- que hacen posible la concreción final de los objetivos, al principio no otra cosa que (sólo) IDEAS.

Así que aplicar una evaluación parcial o final de los objetivos conseguidos sin verificar ANTES que el proceso educativo mismo haya tenido lugar, es bordar en el vacío, vicio de origen de la EXAMINITIS a ultranza en que se han venido a empantanar la burocracia oficial y las oficiosas, sean mediáticas, ciudadanas o de otros tipos.

Por eso, antes de proponer y, mucho menos, VOTAR -sobre todo al vapor- cualquier Reforma Educativa, hay que comenzar por: Afinar los conceptos básicos; Describir puntualmente el proceso en su lógica, fases y puntos de decisión. (Para esto resultaría útil un diagrama de flujo.); Establecer las condiciones materiales necesarias para su existencia y permanencia y, aunque suene cosificante, Caracterizar sus INSUMOS, pues nada puede salir de la nada.

Mientras estos –y posiblemente otros- pasos previos no sean dados, tanto la actual como las sucesivas REFORMAS EDUCATIVAS que vengan, no dejarán de ser los atajos -ilusorios- por los que cada Gobierno entrante intentará instalarse INDEFINIDAMENTE en el Poder, como hasta ahora.


Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad  Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: definicion.de