martes, 12 de marzo de 2019

Tezcatlipoca se viste de sombra en las catedrales de la Nueva España (artículo)

El soplo de Euterpe

Y en seguida se convocaron los dioses. Dijeron: Quién vivirá en la tierra?
Porque ya ha sido cimentado el cielo y ha sido cimentada la tierra…
Anales de Cuahutitlan

La muerte se había llevado el polvo y la humareda de la incomparable Tenochtitlan,  Pero el fantasma se transfiguraba con prisa y arte.  De las rocas de fuego volcánico derrumbadas, surgía otro sueño construido con otra lengua, otra manera de reconocer el mundo.

Menester era imponer un origen divino en un solo Dios, un orden cósmico que partía de una idea creadora única; un Dios omnipresente que formaba una trinidad divina. Los dioses nativos se retiraban al mundo de las sombras y el olvido. Llegaba el año del Señor de 1543, entre epidemias y desolación, se armaban los andamios de una nueva cultura que tenía como origen pueblos del otro lado del mar. Aquel año, la catedral de México incorporaba músicos indígenas de sobrado talento, con el propósito de formar grupos de ministriles esenciales para enmarcar el esplendor de las capillas a través de la música,

Otras embrionarias ciudades creaban el onphalos,  el ombligo, centro ritual y referencia universal de Dios único enmarcado en la catedral, expresión humana para establecer un diálogo divino y reverencial.

La música ceñía la obra humana, la música era mensaje, la música era lengua franca para honrar a Dios.  Las catedrales, se convirtieron en transmisoras del mensaje humano y recibir la bendición divina. Los mejores músicos, los mejores instrumentistas encontraban lugar en la catedral. Nueva España comenzaba su andar en la historia; pronto Morelia (Valladolid), Oaxaca y con luz deslumbrante la ciudad de Puebla de los Ángeles, construían catedrales cuyas torres parecían alcanzar el cielo.

La evangelización en pueblos profundamente religiosos, era tarea de dificultades asombrosas, había que construir la gran metáfora de la religión cristiana, entre pueblos estrechamente unidos a sus antiguos dioses.  El ritual cristiano requería del esplendor de la pintura, la luz de las ceras, los vestidos, las imágenes y esencialmente la música.

Al finalizar el siglo XVI, las ciudades de México y Puebla rivalizaban en importancia económica y esplendor y sobre todo el modelo de ciudad, el sueño de la utópica ciudad y el reino que los franciscanos imaginaban establecer en las nuevos dominios españoles.

A Puebla llegaron Maestros de Capilla apenas fundada la ciudad. Levantada en  solares privilegiados, pensada para residencia de españoles en condición de vagabundos, era el orgullo español por su traza y orden, su riqueza y la laboriosidad de sus habitantes, mezcla de españoles e indios. Rodeada de pueblos  antagónicos, exigía de los clérigos acciones definitivas para acabar, según la idea de la época, con el culto demoníaco. La idea obsesiva de las órdenes religiosas en Nueva España,  era extender como un gran manto, el cristianismo por todos los rincones de la nueva tierra.

Otras ciudades de la Nueva España también fueron el crisol donde se fundieron lenguas, miradas, acciones de culturas autóctonas con la española. Morelia, Mérida, la capitanía de Guatemala, La Habana y en el virreinato de Perú destacaron notablemente en la creación musical y otras artes.

Una referencia crucial fue el Maestro de Capilla una herencia medieval pero plenamente vigente en la dinámica cultural europea. El Maestro de Capilla para ser electo, debía demostrar sobrados talentos para la composición y la enseñanza. Tenía a su cargo los coros y la orquesta, debía presentar en las grandes ocasiones eclesiásticas composiciones especiales, los días de guardar y ocasionalmente participar en las fiestas de los virreyes.

A partir del Renacimiento, las formas musicales rituales del cristianismo incorporaron la polifonía, y con ello la música adquirió una nueva dimensión expresiva y el centro irradiador de la música fueron las catedrales.

Los españoles en Nueva España, reprodujeron los moldes de las catedrales de Toledo y Sevilla, las que a su vez, guardaban celosamente los moldes medievales.  Al  comienzo del siglo XVI, el mundo conocía el asombroso encuentro europeo a través de España y Portugal de nuevas tierras, inmensas, ricas y pobladas a partir de creaciones culturales igualmente asombrosas. Una revolución profunda con muchas preguntas y pocas respuestas. Europa también sufría revoluciones intelectuales, de las cuales la música se beneficiaba notablemente. Apenas levantada la catedral de México, comenzaron a circular obras de compositores apreciados en la corte española. Los Maestros de capilla novohispanos conocieron desde los primeros tiempos, las obras de Luis de Vitoria, Francisco Guerrero, Antonio de Cabezón y Alonso Lobo. Gracias al indiscutible talento indígena para interpretar, aprender y ejecutar instrumentos, además de construirlos, las capillas catedralicias alcanzaron ventajas que incluso superaron a sus contrapartes europeas.  Las catedrales de México y Puebla conocieron las dulzainas, atabales, orlas, vihuelas, rabeles, sacabuches y cantantes notables. Los órganos también conocieron la maestría de indígenas y españoles y ocuparon un destacado sitio en el ritual cristiano.

Al cruzar el siglo XVII, Puebla ocupó un lugar relevante gracias al esfuerzo incansable de un hombre notable, Juan de Palafox y Mendoza, obispo, virrey, promotor, maestro lector incansable, se dio a la tarea de preparar con toda dignidad  los oficios musicales de la recién consagrada catedral (1648). Entre otras acciones, el obispo ordena que a los niños se les instale en hospedaje apropiado donde además, recibirían lecciones de canto, música, gramática latín y catecismo. Los Colegios de San Juan y San Pedro se convirtieron en notables escuelas de música, aunque al paso del tiempo las severas reglas dieron al traste con el plan original.

En Puebla, apenas unos años después de la fundación de la ciudad (abril de 1531), se sabe que en 1548 se armaron por el maestro Francisco del Castillo un par de realejos, es decir, órganos que podían transportarse entre iglesias y capillas.

Algunas noticias de la época, revelan que un maestro organista Sebastián de Castañeda tocaba en la primera catedral de Puebla en 1547, Pedro de Cervantes en 1550. La capilla musical de la catedral angelopolitana, adquiere en 1561, la categoría de capilla cantora y la integraron al principio  por ministriles traídos de Sevilla y La Habana. En 1564, el Cabildo autorizó la construcción de la nueva catedral, que es precisamente la actual majestuosa catedral de Puebla.

La tarea evangelizadora con celo y convicción entregaba resultados contundentes en su vertiente musical. Cierto que en las ciudades grandes se celebraba con esplendor  el ritual cristiano, más allá, en los pueblos retirados de las metrópolis, la evangelización flotaba como una posible transfiguración del mundo.

No obstante, los dioses mexicas y sus rituales, caminaban lentamente hacia el mundo de las sombras.

Para esta semana:
I.-Antonio de Cabezón: Pavana con su glosa. Interpreta Capella Virelai. Dirige Jordi Reguat.
II.-Tomás Luis de Vitoria: Salve Regina. Interpreta The sixteen&Harry Christophers.
III.- Cristobal de Morales: Et Factum est postquam. Interpreta Ensamble Plus Ultra
IV.-Juan de Valdivieso. Sonoro arroyuelo.  Baroque music in New Spain (Catedral de México). Interpreta Capilla Virreinal de la Nueva España. Dirige Aurelio Tello.
V-. Órgano de la Catedral de Oaxaca. Música de los siglos XVII y XVIII. Interpreta José Vásquez González.


Alejandro Rivera Domínguez, miembro de la Asociación de Estudios del Pleistoceno.
Correspondencia: kosmospuebla@yahoo.com.