- La Historia Jamás Contada -
Por el título, podría pensarse que me ocuparía de un tema
clásico del Misterio, pero no es así, al menos esta vez. Se trata en su lugar de
un fenómeno o, mejor dicho, EFECTO, que suele pasar inadvertido para la inmensa
mayoría de la gente, llevándola a hacerse una idea de las cosas que resultará
en juicios y conclusiones acerca de ellas que, si bien son lógicamente impecables,
están viciados de origen.
El asunto me lo sugirió la alusión de un conocido periodista
al newspeak, el habla oficial del Estado totalitario descrito por George Orwell
en su novela -¿profética?- NINETEEN EIGHTY-FOUR, que tenía la portentosa
propiedad de que cualquier declaración emitida por el Gobierno, por absurda que
resultara confrontada con la realidad objetiva, era sin embargo admitida como una
verdad inobjetable a la vista de… ¿las cosas?
No precisamente, radicando en esto la clave del “misterio”,
pues las facultades intelectuales del sujeto no trabajan directamente con las
cosas, sino con sus representaciones y relaciones conceptuales, quedando la
validez objetiva de sus resultados condicionada a la mayor o menor
correspondencia entre las cosas y las palabras o conceptos que las designan.
Un divertido ejemplo de cómo opera esto en la práctica, lo
proporciona la anécdota que tuve oportunidad de escuchar en 1980 en boca de un
testigo que nos relataba cómo, durante una visita del entonces Presidente López
Mateos a su Estado, éste hablaba entusiastamente de un puente recién construido
ahí, afirmación que otro asistente próximo a él contradecía ostentosa y reiteradamente.
Tal actitud acabó por poner nervioso al funcionario, que
envió un edecán a pedirle al interpelante que se acercara un momento. El
invitado advirtió entonces a quienes lo rodeaban que, si algo llegaba a pasarle,
el responsable sería el Presidente y siguió al enviado. Al llegar frente a él, los
presentes los vieron intercambiar unas palabras, tras lo cual el paisano regresó
a su lugar.
Ya ahí, todos le preguntaron expectantes qué había pasado. A
lo que respondió: “el Presidente me preguntó la razón de que estuviera
contradiciéndolo. Le dije que acababa de pasar por ahí y no había ningún puente.
Entonces, sonriendo y dándome una palmadita en la espalda, me aconsejó: ¡Mire,
amigo: viaje menos y lea más!”
Pero esto de arreglar a modo el significado de las palabras
o conceptos tiene un efecto aún más profundo, como lo explicó el filósofo frankfurtiano
Herbert Marcuse en su libro de 1964 titulado EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL, pues
hace incapaz al sujeto de ir más allá, incluso teóricamente, de la realidad concreta
tal y como está definida por el Poder, al grado que aún los disidentes, contra toda
su voluntad, están atrapados en el flujo lingüístico o narrativa -como se dice
ahora- dominante, haciéndole el juego a su adversario. (No otro era el objetivo
de la monótona repetición, día tras día, del mismo discurso, como apuntaba en
sus ONCE PRINCIPIOS Joseph Goebbels, Reichsminister für Volksaufklärung und
Propaganda.)
Ya para concluir, si bien existen OTRAS REALIDADES -sociales,
culturales, políticas, económicas-, para alcanzarlas o, cuando menos, entreverlas,
es necesario primero abrirse paso entre la maraña del lenguaje oficial, desbrozándola
de modo que las palabras y conceptos aparezcan en sus genuinas relaciones con
las cosas, pues de otro modo sólo continuaremos... ENGAÑÁNDONOS.

Imagen: klitimg.pw