martes, 19 de marzo de 2019

Mahler: abrir el cajón de las notas que se bifurcan en el éter


El soplo de Euterpe

El agua es negra
Cuando has bebido el cielo
Julio Eutiquio Sarabia

Judío es una denominación de clase, cercada, rechazada y trágica.  Quizá aquella sensación de no pertenencia a una nación o cultura a no ser  el arraigo e identidad a una milenaria tradición, han estimulado que muchas personas nacidas en el judaísmo se vieran obligadas a exaltar un yo prisionero y manifestarlo en el estudio en ciencia o arte.  No hay cualidades intelectuales especiales, sólo circunstancias históricas. Gustav Mahler llevó su convicción divina a expresarla con la música, a una manera personal de unir al hombre con Dios a través de construcciones sinfónicas que sacuden el éter.

El niño Mahler, muy pronto destacó en la música, nacido en  Kalischt  enclavado en Bohemia, hoy República Checa, el 17  julio de 1860. En el pequeño pueblo dónde creció, recibió muy variadas influencias, música militar, funerales,  de fiestas populares, bodas. Su educación musical comenzó en Eglau, en el coro de la iglesia católica no obstante su origen judío. El talento, no tiene religión.  La tragedia se adhirió a su vida muy pronto. Sufrió la muerte de nueve de catorce hermanos nacidos en un matrimonio infeliz que reñía frecuentemente. Aprendió muy pronto a valorar la expresión de la música en muy variadas circunstancias. A los seis años creo su primera composición, una polka que seguía los moldes musicales de su época. Vivió en constante contacto con la muerte, crecía cerca de las barracas militares y ahí el sonar de tambores y clarines se grabó indeleble en su sentido de la música.

Estimulado por su padre, el joven Mahler, fue admitido en el exigente Conservatorio de Viena. Consiguió asegurarse un sólido prestigio como pianista. Al cumplir veintinueve años, ya tenía en su haber, la Primera Sinfonía, Titán y descubre un nuevo universo sonoro, la orquesta emerge con una misteriosa y nebulosa atmósfera que ponía a prueba  el sentido de la música desde Mozart a Brahms, pasando por Beethoven. Mahler abría un horizonte de asombrosa belleza pero extraño a la tradición melódica fuertemente arraigado en todo occidente. Consiguió pronto el puesto de director de la Ópera de Budapest  y ahí estrenó sin ningún éxito, la Sinfonía Titán, incluso se produjeron  protestas en plena sala. Intrigas nacionalistas lo obligaron a renunciar y dirigirse a Hamburgo donde estableció las bases para convertirse en el mejor director de la época. La invitación para ser nombrado director de la Ópera de Viena, lo condujo a convertirse al catolicismo., aunque Mahler dejó bien claro que su conversión, era sólo una acción pragmática para así ser aceptado en las normas del Imperio Austro Húngaro.

En Viena, dirigir y componer intensamente marcó diez años de notables aportes en la dirección e instrumentación orquestal.  Pronto el kapellmeister impone reglamentos draconianos a los integrantes de la orquesta y al propio público. Una vez con el director en el podio, el teatro se sella. Nadie entra nadie sale. No se permiten manifestaciones de júbilo, la disciplina orquestal es absoluta. El kapellmeister es un dios cuyas órdenes son la verdad que no admite ni un pestañeo, so pena de ser convertido en un guiñapo gimiente.

El tufo a dictador, no le impide estrechar amistad con Tchaikovsky, Klimt, Dvorak, Freud y Brahms; en 1897 debido al inequívoco sonido de la Ópera, es también nombrado director  de la Filarmónica de Viena; pronto adquiere notable maestría. Estrena obras de Anton Bruckner, Anton Dvorak y su segunda sinfonía. Apenas al cruzar el siglo, en 1902, contrae matrimonio con Alma Schindler notable soprano de la Ópera y comienza un rápido declive de sus fuerzas vitales aquejado por males cardiacos. La situación en Viena se torna difícil, una gran corriente antisemita afecta a Mahler y otros intelectuales de origen judío. Freud, trata a Mahler de problemas emocionales y la separación de su esposa. Ante la situación, acepta por un fabuloso salario, dirigir El Metropolitan Opera House de New York. Viaja a Estados Unidos y obtiene grandes éxitos pero la suerte está echada: después de numerosos viajes entre América y Europa, dirige su último concierto de cuarenta y ocho que dirigió en Estados Unidos.  Retorna a Viena para morir en su amada ciudad el 18 de mayo de 1911. Gustav Mahler apenas había vivido 50 años dedicados a la música. Dejó inconclusa su Décima Sinfonía.

Una de las obras más extraordinarias y conmovedoras de la historia de la música es Kindertotenlieder. (Canción de los Niños Muertos) basada en Poemas de Frederich Ruckert. He aquí unos fragmentos:
Ahora quiere el sol alzarse brillante
Como si no hubiese ocurrido ninguna desgracia
Durante la noche
Sólo a mi llegó la desgracia,
El sol brilla por doquier
No dejes a la noche sumergirse dentro de ti
Debes sumergirla en la luz eterna…

Para esta semana:
I.- Adagietto from 5ª Symphony,
Viena Philarmonic. Dirige Leonard Bernstein
II.-Sinf. No 2 Auferstehung (Resurrección) 
Royal Concertgebow. Amsterdam
Mariss Jansons. Director.
III.-Sinf 3.
4 mov. Sehr langsam.
Gustavo Dudamel. Dirige la orquesta filarmónica Alla Scala.
Christine Stotjn, contralto.


Alejandro Rivera Domínguez, miembro del Seminario de Cultura Mexicana y la Asociación de Estudios del Pleistoceno.
Correspondencia: kosmospuebla@yahoo.com