4 de marzo del 2019
Cada individuo es distinto de él a cada instante, aunque, muchas veces, esto no se puede percibir sino hasta cuando los cambios son evidentes. Por otro lado, el otro nunca está totalmente presente ante mí; únicamente puedo aproximármele por afinidad perceptiva, intencionalidad o acciones disponibles a mi conciencia. Consecuentemente, si es mediante una petición indeterminada, nunca podré ser totalmente justo para él, debido a que la propia indecisión hace que la justicia sea imposible.
El descubrimiento del otro es un reconocimiento de su naturaleza indescifrable. El misterio de ser distinto persiste porque su vida es dinámica, muta y se transforma, momento a momento y su conciencia se expande. Por más completo que sea nuestro campo de influencia sobre el otro, hay siempre una zona inaccesible, una partícula que no se puede asir. El otro es difícil no porque sea impenetrable sino porque es ilimitado. Cada persona oculta un espacio indeterminado. Nadie puede poseer del todo a otro por la misma razón que nadie puede darse enteramente.
La búsqueda de la otredad significa un abandono del yo entendido como protección de la personalidad. Se apuesta por un olvido de las barreras que nos permiten ser uno mismo. Es estar consciente con desmoronar la armadura del yo, de abrirse a la existencia, a la dinámica del encuentro, donde se desafía la propia libertad, en busca de reconocer la ajena. Es admitir que la existencia es vulnerable al contacto con los demás, pero que ese contacto es el modo de establecer nuestro modo de pensar y sentir.
La otredad es doble movimiento: por una parte percepción de lo que no somos nosotros; por otra, esa percepción equivale a internarse en nosotros mismos. La otredad siempre acude a su cita, a veces como presencia y otras como nostalgia. No importa cómo; el encuentro siempre se realiza porque la otredad está en nosotros mismos. Su presencia nos deshabita; nos hace salir de nosotros para unirnos con ella. Su nostalgia nos habita; penetramos en nosotros mismos, al buscarla por los interminables espejos de la ausencia.
En palabras del escritor Octavio Paz: "la otredad es un sentimiento de extrañeza que asalta al ser humano tarde o temprano, porque tarde o temprano toma, necesariamente, conciencia de su individualidad”. En algún momento cae en la cuenta de que vive separado de los demás; de que existe aquél que no es él; de que están los otros y de que hay algo más allá de lo que él percibe o imagina.
(Dany Dharma)
Es escritor, conferencista, coach de vida e instructor meditación