El soplo de Euterpe
¿Qué ves aun en las tinieblas del pasado y en el abismo del tiempo?
Si te acuerdas de alguna cosa antes de venir aquí, debes recordar cómo viniste.
La tempestad.
Shakespeare
Historia soterrada casi invisible, pero rica en matices y
sutilezas, la música plena nacida en esta patria mexicana, vio convertirse en ceniza la vieja tradición
indígena. De aquellos rescoldos
olvidados, el espejo humeante reflejó iridiscentes luces en los cuatro rumbos
del mundo.
Suele considerarse el año del Señor de 1786 como la fecha
de registro de la primera aparición pública y rigurosa de los famosos “sonecitos del país”.
La fuerza expresiva surgida aquí y allá, obligó a las autoridades virreinales
al reconocimiento pleno de la música y danza originada como una expresión
legítima del pueblo.
El virrey Fernando de Gálvez, autorizó que en las
funciones del Gran teatro Coliseo de la ciudad de México, programas que
incluían sonecitos del país y tonadillas españolas aceptadas pero demasiado escuchadas. Los
sonecitos y su rica instrumentación de arpas, mandolines, violines, guitarrones
y salterios soplaban con aire nuevos entre un público ávido de música que tenía
acta de nacimiento en el país.
Aquella música áspera y rítmica contenía viejas
tradiciones españolas pero también soterradas influencias negras, musulmanas y
un poco del aire indígena pero esencialmente el elemento mestizo encontraba en
el arte musical, un gran sentido de identidad y arraigo.
La autorización del virrey Gálvez, llegaba cuando aires
de independencia cada vez más arreciaban, aires renovadores sacudían la
tranquila vida novohispana, pero la música de cuño nacionalista asomaba al
menos un siglo antes. Ya formaba parte
consustancial a las tradiciones del pueblo, incluso aceptado por las clases
terratenientes y comerciantes criollos.
Las sublevaciones en Santa Fe y Nayarit fueron los precursores que
comenzarían a formar una nueva nación que vería sus primeras luces en el
movimiento de independencia de 1810.
Al finalizar el siglo XVIII, con la revolución francesa y
la independencia de las colonias americanas en 1776, la transfiguración de ideas y expresiones del
nuevo hombre, enriquecían los ideales de la formación de naciones libres con
autodeterminación y administración sin influencias allende los mares.
En 1786 eran muy conocidos José Morales, el Bicho y María
Loreto Rendón, cuyos cantos y danzas entusiasmaban a un público fascinado por
el pegajoso ritmo y letras de los sonecitos, jarabes, fandangos que se habían
extendido tiempo atrás por todas las regiones de la Nueva España. En cada
ciudad y pueblo surgían luthiers e intérpretes que agregaban instrumentos de
cuerda y percusión, ritmos, melodías, letras con sellos regionales característicos.
Hubo sin embargo, una obra de gran difusión entre los
músicos de todas clases sociales novohispanas, ya fueran criollos, mestizos o
incluso indígenas, se nutrieron de Método
para la cítara de Sebastián de Aguirre publicado en 1650. A pesar de su antigüedad,
el Método incluía una sorprendente cantidad de temas bailables y cantados, ya
se interpretaban los tocotines, huasteco, danzas de negros chiqueadores de la
Puebla, pavanas, sarabandas, jácaras, torbellinos, chaconas y primitivos
fandangos. El Método de Sebastián de
Aguirre, fertilizó aquello que al paso del tiempo, sería música genuinamente mexicana con personalidad y
estilo, pese a su origen básicamente español.
Estos ritmos se interpretaban en todo tipo de reuniones
sociales, fuesen bautizos, bodas, saraos e incluso funerales.
Apenas llegaba alguna novedad musical de ultramar, de
inmediato era adaptada a los ritmos bailables y cantos de la música que se
escuchaba con influencias negras, criollas, mestizas y todas las combinaciones
sociales imaginables.
Las aportaciones mexicanas al final del siglo XVIII
alcanzaron carta de naturalización de asombrosa riqueza.
Aquella riqueza casi se ha olvidado. En su lugar pura
basura nos invade. Mediocridad y vació nos rodea.
Para esta semana:
I.-El Guajito
Sonidos de lo profano. Región Central de Puebla. Grupo Puebleando.
II.-El Bejuquito C. 1825
III.- Huapango La Petenera (Extraordinaria versión serrana de Puebla)
IV.-Especialmente escuchar: El nuevo Mundo. Folias criollas. Jordi Savall
V.-Cielito Lindo. Capella Real de Catalunya. Hesperión XXI. Tembembe Ensamble El Nuevo Mundo. Jordi Savall.
VI.-Fandango El Fandanguito, Santiago de Murcia.
Alejandro Rivera Domínguez, miembro del Seminario de Cultura Mexicana y la Asociación de Estudios del Pleistoceno.
Correspondencia: kosmospuebla@yahoo.com