martes, 26 de marzo de 2019

Al otro lado del espejo: aires mexicanos soplan por el mundo (artículo)


El soplo de Euterpe

¿Qué ves aun en las tinieblas del pasado y en el abismo del tiempo?

Si te acuerdas de alguna cosa antes de venir aquí, debes recordar cómo viniste.
La tempestad.
Shakespeare


Historia soterrada casi invisible, pero rica en matices y sutilezas, la música plena nacida en esta patria mexicana,  vio convertirse en ceniza la vieja tradición indígena.  De aquellos rescoldos olvidados, el espejo humeante reflejó iridiscentes luces en los cuatro rumbos del mundo.

Suele considerarse el año del Señor de 1786 como la fecha de registro de la primera aparición pública y  rigurosa de los famosos “sonecitos del país”. La fuerza expresiva surgida aquí y allá, obligó a las autoridades virreinales al reconocimiento pleno de la música y danza originada como una expresión legítima del pueblo.

El virrey Fernando de Gálvez, autorizó que en las funciones del Gran teatro Coliseo de la ciudad de México, programas que incluían sonecitos del país y tonadillas españolas  aceptadas pero demasiado escuchadas. Los sonecitos y su rica instrumentación de arpas, mandolines, violines, guitarrones y salterios soplaban con aire nuevos entre un público ávido de música que tenía acta de nacimiento en el país.
Aquella música áspera y rítmica contenía viejas tradiciones españolas pero también soterradas influencias negras, musulmanas y un poco del aire indígena pero esencialmente el elemento mestizo encontraba en el arte musical, un gran sentido de identidad y arraigo.

La autorización del virrey Gálvez, llegaba cuando aires de independencia cada vez más arreciaban, aires renovadores sacudían la tranquila vida novohispana, pero la música de cuño nacionalista asomaba al menos un siglo antes.  Ya formaba parte consustancial a las tradiciones del pueblo, incluso aceptado por las clases terratenientes y comerciantes criollos.  Las sublevaciones en Santa Fe y Nayarit fueron los precursores que comenzarían a formar una nueva nación que vería sus primeras luces en el movimiento de independencia de 1810.

Al finalizar el siglo XVIII, con la revolución francesa y la independencia de las colonias americanas en 1776,  la transfiguración de ideas y expresiones del nuevo hombre, enriquecían los ideales de la formación de naciones libres con autodeterminación y administración sin influencias allende los mares.
En 1786 eran muy conocidos José Morales, el Bicho y María Loreto Rendón, cuyos cantos y danzas entusiasmaban a un público fascinado por el pegajoso ritmo y letras de los sonecitos, jarabes, fandangos que se habían extendido tiempo atrás por todas las regiones de la Nueva España. En cada ciudad y pueblo surgían luthiers e intérpretes que agregaban instrumentos de cuerda y percusión, ritmos, melodías, letras con sellos regionales característicos.
Hubo sin embargo, una obra de gran difusión entre los músicos de todas clases sociales novohispanas, ya fueran criollos, mestizos o incluso indígenas, se nutrieron de Método para la cítara de Sebastián de Aguirre publicado en 1650. A pesar de su antigüedad, el Método incluía una sorprendente cantidad de temas bailables y cantados, ya se interpretaban los tocotines, huasteco, danzas de negros chiqueadores de la Puebla, pavanas, sarabandas, jácaras, torbellinos, chaconas y primitivos fandangos. El  Método de Sebastián de Aguirre, fertilizó aquello que al paso del tiempo, sería música  genuinamente mexicana con personalidad y estilo, pese a su origen básicamente español.
Estos ritmos se interpretaban en todo tipo de reuniones sociales, fuesen bautizos, bodas, saraos e incluso funerales.

Apenas llegaba alguna novedad musical de ultramar, de inmediato era adaptada a los ritmos bailables y cantos de la música que se escuchaba con influencias negras, criollas, mestizas y todas las combinaciones sociales imaginables.
Las aportaciones mexicanas al final del siglo XVIII alcanzaron carta de naturalización de asombrosa riqueza.
Aquella riqueza casi se ha olvidado. En su lugar pura basura nos invade. Mediocridad y vació nos rodea.

Para esta semana:

I.-El Guajito
Sonidos de lo profano. Región Central de Puebla. Grupo Puebleando.
II.-El Bejuquito C. 1825
III.- Huapango La Petenera  (Extraordinaria versión serrana de Puebla)
IV.-Especialmente escuchar: El nuevo Mundo. Folias criollas. Jordi Savall
V.-Cielito Lindo. Capella Real de Catalunya. Hesperión XXI. Tembembe Ensamble El Nuevo Mundo. Jordi Savall.
VI.-Fandango El Fandanguito, Santiago de Murcia.


Alejandro Rivera Domínguez, miembro del Seminario de Cultura Mexicana y la Asociación de Estudios del Pleistoceno.
Correspondencia: kosmospuebla@yahoo.com