Sabersinfin
"Que tu pasado te libere".
Abel Pérez Rojas.
Otear nuestro pasado puede convertirse en algo doloroso, en una especie de acariciar la cadena que nos ancla al rencor, a los sentimientos de culpa o al estancamiento, sin embargo, esa sólo es una vertiente opcional; porque quienes se han reconstruido en el camino y han sanado sus heridas miran el ayer para reconocer de dónde vienen, sobre todo para agradecer o perdonar.
Sé que a quienes se encuentran en el estancamiento de lo acontecido esto parecerá un montón de palabras huecas tal vez escritas por alguien que se la vive de incitar hacia los mundos color rosa.
Te equivocas si tú eres uno de esos que piensa que todo esto es hueco.
Pese a lo cruel que haya sido alguno de los pasajes de nuestra vida, sí es posible y real transformar nuestra vida por el perdón, en especial el perdón a quiénes nos hayan lastimado y el agradecimiento de lo que nos haya sucedido.
Cuando hago un recuento de mi vida me percato de que hallo ese tipo de pasajes descritos, por supuesto, no hay comparación alguna con el nivel de desgracia que han vivido otras personas, que, por lo mismo, y por su valor, se han convertido en referentes para el aprendizaje.
Uno de esos seres tocados por la adversidad, sensibilizados por el perdón y el agradecimiento, es la periodista, escritora, psicóloga y esquiadora paralímpica española Irene Villa González (Madrid, 21 de noviembre de 1978).
Irene vivió a los 12 años algo verdaderamente trágico junto a su madre, cuando en un atentado explosivo del grupo terrorista ETA perdió las dos piernas y tres dedos de la mano izquierda.
Hubiera sido más que entendible que en medio de algo así Irene estuviera llena de odio y recriminación hacia sus agresores.
No fue así. Irene no sólo perdonó a los terroristas, emergió como alguien transformada, como una mujer que se sublimó entre la adversidad.
En un foro para líderes de opinión Irene sostiene:
“Hay algo que a mí me ayuda, que es no mirar al pasado, y si miras solo está permitido mirar de dos formas: perdonando o agradeciendo”.
En aquel atentado terrorista la madre de Irene perdió un brazo y una pierna, así que en ese estado le dijo la primera vez que vio a su hija aún hospitalizada:
“Hija, esto es lo que tenemos. Y con esto vamos a tener que vivir toda la vida. Tenemos dos opciones: vivir amargadas sufriendo, maldiciendo a los terroristas, que tienes todo el derecho del mundo, por lo que nos ha pasado. O decidir que tu vida empieza hoy y que vas a tener que luchar por tener la vida lo más parecida a la que tú tenías”.
Dice Irene que a su corta edad lo tuvo todo clarísimo, por ello exclamó:
“Mamá, he nacido sin piernas”.
Así o más clara la lección de vida de Irene.
Todos tenemos algo qué agradecer o perdonar, tal vez no en la dimensión de lo sucedido a Irene, sin embargo, sí con esa excelente oportunidad de dejar atrás de una vez por todas lo que de otra manera no nos dejaría seguir progresando.
No es fácil ver positivamente lo que nos ha sucedido, pero si algunos lo han logrado es porque sí se pueden trascender esos baches de la vida.
Para conseguirlo el tiempo es un gran aliado como también lo son las orientaciones de aquellas personas maduras, centradas y sabias que nunca faltan alrededor de todos.
Hay que prestar oídos a los consejos sabios y maduros que llegarán a nosotros, hay que dejarse envolver por el amor que todo lo cura y todo lo puede.
No hay imposibles para el perdón, ni algo por lo cual estar agradecidos con la vida.
Vale la pena darse cuenta. Vale la pena intentarlo.