sábado, 1 de diciembre de 2018

Política y Moral: una asociación peligrosa




- La Historia Jamás Contada -

Durante la pasada campaña presidencial, pletórica de cosas raras, algunas incluso inexplicables, una que francamente inquietó a muchos veteranos en estas lides, fue la abierta inclusión del parámetro moral tanto en las alianzas como las propuestas de la Coalición partidaria que resultaría finalmente ganadora. ¿Cómo pudo tal anacronismo “colarse” en una elección contemporánea, y planteado nada menos que por un contendiente que contaba con una sólida reputación de “democrático y progresista” entre la gente?

Sin duda, muchos se sorprendieron al escucharlo, una vez firmado el acuerdo por el que se constituyó la Coalición de marras, hablar, casi al final de su alocución, centrada en su conveniencia para las inminentes Elecciones, también de valores y el BIENESTAR DEL ALMA (¿?) como motivos de su alianza específica con un partido religioso, que algunos llegaron a calificar de actitud “contra natura” tratándose de alguien que se consideraba de “izquierda”.

Ignoro a cuántos seguidores -de los que calibraron sus consecuencias- llegó a decepcionar este inesperado desliz, aunque, como para todo lo que habría de suceder en éste y otros aspectos clave, no tardaron en aparecer diligentes exégetas que lo explicaron de maravilla recurriendo a un artificio retórico cualquiera, para instar en seguida a los desconfiados a simplemente dejarlo atrás y permanecer fieles al “histórico” (sic) proyecto en que se habían embarcado.

(Antes de continuar, conviene precisar que por idealismo filosófico se entiende una manera de pensar que considera a las ideas como entidades capaces por sí solas de actuar sobre la materia o, en este caso particular, los actos individuales o sociales de los humanos. Viéndolo de esta manera, bastaría con inculcar o tal vez sólo expresar las ideas apropiadas a los individuos, para que éstos actuaran correctamente. Por desgracia no es así ni mucho menos. ¿Se imaginan cuán fácil sería entonces erradicar de la sociedad tanto comportamiento indeseable si, con tan sólo “leerle la cartilla” -de Alfonso Reyes, por ejemplo- a un delincuente, pecador o lo que fuese, éste se convirtiese inmediatamente en un ciudadano modelo?)

No, la Moral siempre termina refiriéndose al comportamiento que un Poderoso -por cualquier motivo- exige de un subordinado, como lo entendí tras leer el canónico IL PRINCIPE, de Niccolò Machiavelli, hace muchos años: una de mis primeras lecturas políticas. Por eso, incluir la Moral en un programa de Gobierno es anticipar a los gobernados que el (nuevo) Príncipe intentará llegar más allá de lo que le corresponde según el nivel histórico alcanzado por la Sociedad concreta de que se trate. (Y la Religión, como con aguda lucidez me la definió un pariente hace alrededor de 35 años, no es más que “la Moral + la creencia en Dios”.)

Menuda sorpresa nos llevaríamos después al enterarnos de que también habría una CONSTITUCIÓN MORAL -Are you kidding, Andy?-, cuya Comisión redactora, constituida por algunos Notables, ya había sido nombrada. (Aunque, a últimas fechas, y seguramente para darle cierto barniz de legitimidad, se abrió un plazo para que todos los interesados puedan presentar libremente sus proyectos, sujetos éstos a ciertas condiciones.)

Por ello, y a guisa de ilustración, no está de más echar un vistazo a un experimento “ético-normativo” -¿así se dice?- semejante realizado el lejano año de… ¡1823! en el entonces joven Estado de Chile, conocido bajo el sugerente nombre de CONSTITUCIÓN MORALISTA.


Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso  de los comportamientos sociales.

Imagen: coyunturapolitica.wordpress.com