jueves, 6 de diciembre de 2018

El Juicio Final



Se pinta con el cerebro, no con las manos

Michelangelo Buonarroti

El 18 de noviembre de 1541 se concluye en la Capilla Sixtina una de las más importantes obras de Michelangelo Buonarroti o Miguel Ángel a nivel mundial: El Juicio Final. El encargo de este mural se realiza a mediados del año 1533 cuando Clemente VII le pide a Miguel Ángel la ejecución de dos frescos en las paredes frontales de la Capilla Sixtina, anteriormente, Clemente VII le pidió que pintara La caída de los ángeles rebeldes, pero, tras su muerte, su sucesor Paulo III le encargó que pintara la escena del Juicio Final.


El mural es un enorme conjunto pictórico al fresco de género religioso cuyo tema es el Juicio Final, extraído de la Apocalipsis según San Juan, es de enormes dimensiones, 13.70 x 12.20 metros, e incluye casi 400 figuras de las que se han identificado aproximadamente 50. La zona superior de la composición, más de la mitad de la pared, está ocupada por el mundo celestial presidido por Cristo como juez en el centro de la escena, levantando el brazo derecho en señal de impartir justicia y cierto temor a los resucitados. Con un enérgico movimiento separa a los justos de los pecadores. Tiene marcadas las manos y los pies como evidencia de los clavos que le fueron puestos durante la crucifixión, y una herida en el pecho producto de haber sido atravesado por la lanza del soldado romano Longinus. Es uno de los pocos Cristos que se han pintado con una expresión de enojo e ira.

A su lado, la Virgen María, rodeadas ambas figuras por un conjunto de santos, apóstoles y patriarcas que constituyen el primer grupo circular. A ambos lados de este grupo central diferentes mártires, vírgenes, bienaventurados y confesores de la Iglesia forman una segunda corona. En la parte superior aparecen dos grupos de ángeles que portan los símbolos de la Pasión: la corona de espinas, la cruz y la columna, ofreciendo las más variadas posturas y reforzando la sensación general de movimiento.

Buonarroti quiso representar de esta manera la salvación de la Humanidad a través de la llegada de Cristo en la parte más elevada de la pared. A los pies de Cristo se sitúan dos santos que ocupan un lugar privilegiado: San Lorenzo, que porta la parrilla de su martirio, y San Bartolomé, con una piel que alude a su muerte, apreciándose en su rostro un autorretrato del pintor.

En la zona intermedia encontramos tres grupos; a la izquierda, los juzgados que ascienden al Cielo mientras que en la parte contraria se ubican los condenados que caen al Infierno, ocupando los ángeles trompeteros el centro para despertar a los muertos de la zona inferior que se desarrolla en el espacio izquierdo de este último tramo.

En la zona inferior derecha hallamos el traslado de los muertos en la barca de Caronte ante el juez infernal Minos, la figura de la esquina con serpientes enrolladas alrededor de su cuerpo y la boca de Leviatán. La escena se desarrolla sin ninguna referencia arquitectónica ni elemento de referencia, emergiendo las figuras de un azulado cielo donde flotan con una energía y seguridad difícilmente igualables.

Son numerosas las referencias y fuentes en las que Miguel Ángel se inspiró, en el aspecto literario parece seguro el empleo de tres fuentes: la Divina Comedia de Dante Alighier, la bíblica Visión de Ezequiel y el Apocalipsis de San Juan.

El develamiento del fresco provocó inmediatas reacciones de aspecto moral; el cronista de ceremonias pontificio Baggio da Cesena lo criticó antes de su inauguración oficial, seguido por Pietro Aretino y los asistentes al Concilio de Trento, que no podían permitir los desnudos de la obra ante las acusaciones de paganismo que lanzaban los reformistas. Esto motivó que en la reunión de la Congregación del Concilio del 21 de enero de 1564 se ordenara el cubrimiento de toda "la parte obscena" encargando la ejecución a Danielle Ricciarelli da Volterra llamado desde ese momento el "Braghettone".

Se registrarían nuevas intervenciones a lo largo de los siglos XVI, XVIII y XIX que, junto al humo de las velas, motivarían la suciedad del conjunto de frescos de la Capilla. En 1964 se inició un programa de restauración de todas las obras que finalizó en 1994 con el descubrimiento del Juicio Final enteramente restaurado.

Es así, amable lector, cómo a 477 años un extraordinario mural oculta un mundo entero de personas que vivieron bajo circunstancias de las que poco sabemos y situaciones, ideologías, doctrinas, sentimientos colectivos o individuales de diversas épocas. Toda una maravilla del arte.

Jorge A. Rodríguez y Morgado

Twitter @jarymorgado

jarymorgado@yahoo.com.mx

conoSERbien; www.sabersinfin.com